septiembre 07, 2014

Una mente cristiana

(1 Corintios 14:20)

“Hermanos, no seáis niños en el modo de pensar, sino sed niños en la malicia, pero maduros en el modo de pensar”. La mente “νου̂ς” es el asiento de la consciencia reflexiva, comprende las facultades de la percepción y comprensión, y las de los sentimientos, juicios y determinación.  Una mente cristiana, es una mente que ama a Dios: “Y amarás al Señor tu Dios con todo tu corazón, y con toda tu alma, y con toda tu mente y con todas tus fuerzas. Este es el principal mandamiento” (Marcos 14:30). El Señor nos manda  a que amemos a Dios con el entendimiento, lo que esto significa, es  que debemos tener a Dios presente en todo nuestro armazón mental. El vocablo griego “διάνοια” significa  entendimiento, reflexión. Cristo nos manda amar a Dios con nuestra percepción, con nuestro sentido de penetración, con nuestra meditación, con el don de aprehensión, y con la facultad de nuestro pensamiento. Cuando esta facultad es renovada por el Espíritu Santo, todo nuestro armazón mental cambia del negativismo y del temor propio de una mente carnal, a un pensamiento vibrante y positivo. Cuando amamos a Dios por entero y nos interesamos en nuestro prójimo como nos interesamos en nosotros mismos, cumplimos con el propósito de Dios. Dejemos que los mandamientos de Dios regulen nuestros pensamientos, nuestras decisiones y nuestras acciones. “Señor, nuestro Dios, es uno”, frase que el evangelio de Marcos reproduce fielmente.     Con toda tu alma, con toda tu inteligencia... El texto griego de Deuteronomio 6:5 dice: “corazón, alma, fuerza”. Jesús añade aquí: “con toda tu inteligencia” y con esto restablece el sentido original del hebreo, en la cultura hebrea el corazón designa la facultad de pensar y de sentir más y no solo la afectividad.
Una mente cristiana, es una mente que adora a Dios: “No os conforméis a este siglo, sino transformaos por medio de la renovación de vuestro entendimiento, para que comprobéis cuál sea la buena voluntad de Dios, agradable y perfecta” (Romanos 12:2). La obra del Espíritu Santo empieza en el entendimiento y continúa en la voluntad, en los afectos y en las conversaciones, hasta que ocurre un cambio del hombre y la persona es transformada a la imagen y semejanza de Dios. Es un cambio en su conocimiento, justicia y santidad de la verdad. Un hombre que ha experimentado esta transformación puede adorar a Dios en espíritu y en verdad.
Un mente cristiana procura siempre la unidad y la armonía en la Iglesia: “Os ruego, pues, hermanos, por el nombre de nuestro Señor Jesucristo, que habléis todos una misma cosa, y que no haya entre vosotros divisiones, sino que estéis perfectamente unidos en una misma mente y en un mismo parecer” (1 Corintios 1:10). Satanás siempre se ha propuesto estimular la discordia entre los cristianos, como uno de sus principales ingenios [ardides, estrategia] contra el evangelio. Pablo estaba enfatizando que todos los cristianos formamos parte de la familia de Dios y que experimentamos una unidad que es mucho más profunda que un vínculo sanguíneo. Un grupo de personas no llegará a estar de acuerdo en todo pero pueden trabajar juntos, en armonía, si están de acuerdo en lo que realmente importa. Hable y actúe de tal manera que se reduzcan los argumentos y se incremente la armonía. Las diferencias insignificantes no deberían dividir a los cristianos. Debemos sentirnos satisfechos con la tarea que Dios nos ha dado y llevarla a cabo.
Una mente cristiana teme a Dios: “Y a sus hijos heriré de muerte, y todas las iglesias sabrán que yo soy el que escudriña la mente y el corazón; y os daré a cada uno según vuestras obras” Apocalipsis 2:23). No podemos escondernos de Cristo. El sabe lo que hay en nuestro corazón y nuestra mente, y todavía nos ama. Los cristianos debemos desear fervientemente que nuestras obras sean las mejores. Cuidemos de los seductores malvados. Dios es conocido por los juicios que ejecuta; los seductores, deben saber que Dios tiene un conocimiento completo y real del corazón de los hombres, de sus principios, designios, disposición y temperamentos. Mantente puros e incontaminados. “Las profundidades de Satanás” eran las enseñanzas falsas que impartían los herejes o la perspectiva secreta de los llamados creyentes que “garantizaban” una vida espiritual profunda. Debemos aferrarnos al fundamento de nuestra fe cristiana y analizar con cautela y consejo cualquier enseñanza nueva que nos aparte de la Biblia, de la comunión de los hermanos o de nuestra confesión fundamental de fe. “Pero, oh Jehová de los ejércitos, que juzgas con justicia, que escudriñas la mente y el corazón, vea yo tu venganza de ellos; porque ante ti he expuesto mi causa” (Jeremías 11:20). Jeremías tenía dos opciones: correr y esconderse, o clamar a Dios. Clamó y Dios respondió. Nosotros podemos correr y escondernos cuando enfrentemos amenazas por nuestra fidelidad a Dios, o podemos pedirle ayuda. Escondernos compromete nuestro mensaje, clamar a Dios permite que El lo confirme. “Engañoso es el corazón más que todas las cosas, y perverso; ¿quién lo conocerá? Yo Jehová, que escudriño la mente, que pruebo el corazón, para dar a cada uno según su camino, según el fruto de sus obras” Jeremías 17:9-10).  ¡Amén!


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