septiembre 08, 2014

Nuestra devoción espiritual

(Éxodo 20:20)

“Y Moisés respondió al pueblo: No temáis; porque para probaros vino Dios, y para que su temor esté delante de vosotros, para que no pequéis”. La devoción es la entrega total del cristiano a una experiencia espiritual y profunda con Dios. Es también la atracción irresistible que sentimos hacia Dios y que nos permite tener una relación intima con él. Son también, esos sentimientos de profundo respeto y admiración que tenemos inspirados en la gloria y majestad de Dios. La devoción como se presenta es la respuesta del corazón a la autorrevelación de Dios. Cuando Dios se revela como el Dios santo y amoroso, tiene que haber una respuesta del corazón del hombre.  Cuando esa repuesta es sincera y sale del corazón, esta actitud toma en consideración el abismo que separa al Dios santo de los pecadores y el gozo de ver que Dios se inclina hacia sus criaturas para amar y cuidar de ellos.   La respuesta del creyente a esta revelación es activa y abarca la vida completa. Es mucho más que un simple asentimiento o, una confesión.  Para Abraham, significaba que él tenía que salir de su tierra, seguir al Señor y, caminar delante de Jehová en santidad y sin contaminación. Para Moisés e Israel, era necesario que salieran de Egipto, que escucharan la voz de Dios y que se atrevieran a seguir el camino que él le mostraba. Los elementos implícitos en el caminar del creyente con Dios están bien especificados. La respuesta inicial a una revelación de poder es el temor. Sin embargo el "temor del Señor" no es terror inicial. En realidad, cuando Moisés le dice al pueblo lo que Dios le había revelado, le dice "no temáis", Dios se le había revelado para que "el temor de Jehová " estuviera delante de ellos.  Moisés quería que supieran que no tenían que temer como si estuvieran enfrentándose a un poder desconocido o impredecible. Lo que Dios quería era que vivieran con un conocimiento solemne de Su majestad y de quién es él.
En las religiones paganas, la gente vive con un temor constante a los espíritus que deben tratar de aplacar. Los griegos, "siempre tenían miedo". El temor de Dios que tenía Israel era más bien una comprensión de que el Dios santo se había revelado a ellos y les había escogido para que fueran su pueblo.  Por consiguiente, debían andar con temor, pero con un temor que conducía a la confianza y al sometimiento, sin incertidumbre paralizante. La sabiduría, el arte de hacer planes correctos con los cuales lograr el éxito deseado, según el salmista comienza con el temor del Señor (Salmo 111:10).  Por consiguiente, el temor no era principalmente una emoción, sino un modo de vida basado en una estimación solemne de la presencia y el amor de Dios. Esa actitud incluye emoción; pero en lugar de ser una fuerza desintegradora, conduce por el contrario a la vida y al reposo (Proverbios 19:23).  Tampoco en este caso debemos esperar conocer perfectamente el temor de Dios. Jeremías dice que cuando se haya establecido el pacto eterno, el temor de Jehová será puesto en nuestros corazones, para que no nos apartemos del Señor (Jeremías 32:40). En Génesis 15:6 se dice que Abraham le creyó a Dios quien le acreditó su fe por justicia. Confianza significa en primer lugar conocimiento y entendimiento de Dios; pero es algo más que un conocimiento teórico; es un conocimiento práctico y de experiencia. En segundo lugar, estar consciente de la realidad de Dios conduce a una entrega voluntaria a Jehová para seguirlo. Al igual que el temor, la fe es una actitud poderosa que afecta toda la vida de una persona. Esto es algo que se expresa de modo muy hermoso en el Salmo 37:35: "Confía en Jehová... Deléitate asimismo en Jehová... Encomienda a Jehová tu camino".
El Salmo 26:1 dice que el salmista no tiene miedo del juicio de Dios, porque anduvo en integridad. Luego, agrega con sencillez: "He confiado en Jehová sin titubear." Obsérvese que no dice que tenga confianza en su propia integridad, sino que presenta esta última como prueba de su confianza en Dios. En la idea de la fe se encuentra implícita la idea del arrepentimiento, es volverse de su propio camino y seguir el camino del Señor. El pasaje clásico que describe completamente los deberes humanos hacia Dios es Deuteronomio 6:5: "Y amarás a Jehová tu Dios de todo tu corazón, y de toda tu alma, y con todas tus fuerzas." Debemos reconocer que este modo de hablar en hebreo significa un amor que surge de la persona completa. El amor es un sentimiento interno que hace que todo el ser participe en sus actividades. (Proverbios 20:13).  El corazón humano tiene sed de Dios (Salmo 42:1). El amor es una fuerza interior que se adhiere a Dios de modo personal y que da como resultado natural una vida de lealtad y consagración. Esta relación básica es una manifestación de lo que denomina sentido directo de pertenencia mutua. Tal y como se explica en Deuteronomio 7:9, Dios guarda su pacto con los que lo aman. Más tarde, Moisés unió el amor a Dios con el servicio al Señor (Deuteronomio 11:13, 22). El amor no es un sentimiento hacia Dios, aunque los sentimientos no están ausentes, sino una entrega interior que se manifiesta en la obediencia externa. Uno demuestra que ama a Dios si guarda sus mandamientos (Deuteronomio 13:3; véase también Juan 14:15).  La fe y la confianza que tenían los hebreos en Dios condujeron a un sentimiento profundo de gozo que parece estar presente en todas las referencias a la alabanza. Este gozo hacía que prorrumpieran naturalmente en clamores de alabanza a Dios.  Esa relación intensamente personal de Dios con su pueblo se deriva del sentimiento de poder apelar a Jehová. Esta relación es importante porque sugiere que una de las actitudes básicas de la oración es el sometimiento a la voluntad de Dios. La oración, como expresión natural de confianza, es apropiada en cualquier lugar o momento de la vida. ¡Amén!

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