septiembre 13, 2011

Carta de divorcio

“Cuando alguno tomare mujer y se casare con ella, si no le agradare por haber hallado en ella alguna cosa indecente, le escribirá carta de divorcio, y se la entregará en su mano, y la despedirá de su casa. Y salida de su casa, podrá ir y casarse con otro hombre” (Deuteronomio 24:1-2). Este texto de la Ley era sumamente discutido en las escuelas de interpretación judía. Hillel y sus discípulos, pensaban que cualquier cosa que desagradara al esposo era un motivo suficiente para que un hombre repudiara a su mujer. La carta de divorcio era un documento escrito que simbolizaba el repudio público de la esposa y la disolución del matrimonio. El esposo tenía que entregar personalmente la carta a su esposa. “Entonces vinieron a él los fariseos, tentándole y diciéndole: ¿Es lícito al hombre repudiar a su mujer por cualquier causa? El, respondiendo, les dijo: ¿No habéis leído que el que los hizo al principio, varón y hembra los hizo, y dijo: Por esto el hombre dejará padre y madre, y se unirá a su mujer, y los dos serán una sola carne? Así que no son ya más dos, sino una sola carne; por tanto, lo que Dios juntó, no lo separe el hombre. Le dijeron: ¿Por qué, pues, mandó Moisés dar carta de divorcio, y repudiarla? Él les dijo: Por la dureza de vuestro corazón Moisés os permitió repudiar a vuestras mujeres; más al principio no fue así. Y yo os digo que cualquiera que repudia a su mujer, salvo por causa de fornicación, y se casa con otra, adultera; y el que se casa con la repudiada, adultera” (Mateo 19:3-9). En este pasaje Jesús francamente aborda un asunto fundamental: la dureza de corazón es la causa por la que Moisés permitió el divorcio. Detrás de cada matrimonio roto hay un corazón endurecido. Desde el principio, la intención de Dios era que el matrimonio fuera para toda la vida. Los creyentes deben tener cuidado al escoger su compañera o compañero para la vida. Es cierto, que ningún matrimonio está completamente libre de diferencias y dificultades.  El diablo exagerará las cosas y sembrará sospecha y celos, provocará la autocompasión e insistirá en que usted mereces algo mejor, y llenará tu mente con la ilusión y la engañosa promesa de que las cosas serían mejores con alguna otra persona. Pero escucha las palabras de Jesús y recuerda: Dios puede cambiar los corazones y quitar toda su dureza si tan sólo nosotros se lo permitimos. El designio de Dios es que el matrimonio sea un estado permanente. La ley de Moisés puede considerarse una concesión a la flaqueza humana, y no fue dada para hacer más fácil el divorcio; más bien, constituía una restricción a la costumbre del divorcio fácil, dándole a la mujer alguna protección. El que Jesús exigiera fidelidad conyugal sin una “vía de escape” pasmaba a los discípulos; de acuerdo con ellos, no conviene casarse. “Le dijeron sus discípulos: Si así es la condición del hombre con su mujer, no conviene casarse” (Mateo 19:10). El término hebreo traducido cosa vergonzosa, o cosa indecente significa literalmente desnudez. La escuela de Shamai se aferraba al término “desnudez” y afirmaba que se refería al adulterio. Se conocía como la escuela más estricta, la menos popular y la que admitía el divorcio solamente por motivo de adulterio de uno de los cónyuges. Para algunos eruditos, el inciso “salvo por causa de fornicación” se considera como una interpretación cristiana de las palabras de Cristo. El diseño divino establece una relación monógama y permanente. En el libro de Génesis se expone claramente la creación de los dos sexos y la unión inseparable de ellos. De manera que ya no son dos, sino una sola carne; una sola carne no se puede dividir, sin causarle la muerte a la persona. Cristo pronuncia una sentencia definitiva, restituyendo el matrimonio a su condición primitiva: “Lo que Dios juntó, no lo separe el hombre.” Esta sentencia expone el sentido profundo de esta institución. Moisés, en efecto, permitió el repudio, no lo mandó. Pero “en el principio no fue así.” El matrimonio, se enseña que es una institución divina. El matrimonio es una institución creada por Dios y por su naturaleza, era indisoluble. No tenemos tiempo ni espacio para tratar todo lo referente al divorcio pero sin dudas es una tragedia humana, es algo desgarrador. Destruye las relaciones y vínculos familiares, el patrimonio familiar y es capaz de causar trastornos psicosomáticos y emocionales permanentes, tanto en la pareja como en los hijos. ¡Amén!
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