septiembre 21, 2011

El hombre sin Dios

“...pues polvo eres, y al polvo volverás” (Génesis 3:19). En el campo del espíritu, las consecuencias del pecado de Adán fueron abrumadoras e instantáneas. Cuando su espíritu murió, la comunicación con Dios se interrumpió. John Stott dice: “esta es la más espantosa de todas las consecuencias del pecado”. El destino del hombre era conocer a Dios y tener una relación personal con él. El hombre fue hecho a la imagen y semejanza de Dios y por lo tanto tiene la posibilidad de conocerle. Dios, cuyo propósito inicial fue que le conociéramos, y a quien deberíamos conocer, es un Ser moral, él es absolutamente santo y nosotros a causa de la caída somos pecadores. Nuestros pecados no nos permiten ver a Dios. El pecado sumerge al hombre en un estado del cual no le es posible salir ni encontrar el camino de regreso a Dios. “Como está escrito: No hay justo, ni aun uno; no hay quien entienda, no hay quien busque a Dios. Todos se desviaron, a una se hicieron inútiles” (Romanos 3:10-12). Para poder salir de un estado como este, es necesario que Dios mismo, nos salve y eso es lo que Dios ha hecho salvarnos, a través de Jesús y del poder transformador del Espíritu Santo. La muerte del espíritu del hombre ha afectado su naturaleza moral profunda y permanentemente y ha afectado su intelecto “no hay quien entienda”. Los seres humanos tienen un entendimiento natural. Las Escrituras no niega este hecho, si no que lo afirma. Lo que sí niegan las Escrituras es que podamos alcanzar un entendimiento de las cosas espirituales sin la iluminación del Espíritu de Dios. Por el Espíritu somos capacitados para conocer y entender a Dios. “Pero el hombre natural no percibe las cosas que son del Espíritu de Dios, porque para él son locura, y no las puede entender, porque se han de discernir espiritualmente” (1 Corintios 2:14). El pecado no solo afectó nuestro espíritu y nuestro entendimiento, sino que también afectó nuestra voluntad “no hay quien busque a Dios”. En lugar de venir a Dios, lo que hacemos es escondernos de Dios a causa del pecado y por temor a su justicia divina, claro. El hombre en su estado pecaminoso es incapaz de entender los caminos de Dios porque estos sólo son discernibles con la ayuda del Espíritu Santo. Si queremos caminar por los caminos de Dios, tenemos que dejarnos guiar por el Espíritu y tener plena conciencia de la santidad de Dios. Las multitudes están buscando un dios, pero ellos quieren un dios construido por ellos, no al Dios de la Biblia. Creen que así podrán llenar el vacío espiritual de sus vidas. Pero lo que estas multitudes no hacen es buscar al verdadero Dios, al Dios que se nos revela en las Escrituras y en la persona de Cristo. Porque este Dios, es santo, justo y es muy exigente y eso no le gusta. La función del espíritu es la de recibir las señales enviadas por Dios. El espíritu, es el que capta las señales enviada por Dios. Cuando pecamos esta vía de comunicación se interrumpe y no podemos recibir bien las señales, y si no podemos recibir las señales, nuestra vida espiritual se marchita y finalmente muere. El pecado hace que el hombre se esconda, se nos dice, que tanto Adán como Eva se escondieron, tratando de evitar un encuentro directo con Dios. Si está evitando tener un encuentro personal con Dios, debe revisar tu vida y renunciar a todos los que es opuesto a Dios. No culpe al pastor ni a los líderes de la Iglesia de tu decadencia espiritual, ellos no son los culpables. El problema es que tu espíritu está muerto, y tu entendimiento entenebrecido. Tu vida espiritual puede ser restaurada pero es necesario renunciar al pecado, arrepentirse y humillarse delante de Dios. Cuando nos arrepentimos y humillamos, el Espíritu Santo viene y restaura nuestras vidas, renueva nuestras mentes, nos llena de paz, amor y de vida sobrenatural. La presencia del Espíritu Santo cambia las cosas y la transforma. Cuando esto sucede nuestra comunión con Dios es restaurada y volvemos a percibir las señales que se habían interrumpido, a causa del pecado. ¡Amén!



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