septiembre 19, 2011

Id, y decid a aquella zorra

“Aquel mismo día llegaron unos fariseos, diciéndole: Sal, y vete de aquí, porque Herodes te quiere matar. Y les dijo: Id, y decid a aquella zorra: He aquí, echo fuera demonios y hago curaciones hoy y mañana, y al tercer día termino mi obra. Sin embargo, es necesario que hoy y mañana y pasado mañana siga mi camino; porque no es posible que un profeta muera fuera de Jerusalén” (Lucas 13:31-33). El destino de Jesús no estaba determinado por los demonios ni por los poderes de este mundo. Herodes presume de poder disponer de la vida de Jesús y quiere alejarlo de su territorio. Sin embargo Herodes ignora que tanto la vida como la obra de Jesús dependen única y exclusivamente de la voluntad de Dios. Herodes era un zorro, astuto y cobarde. Jesús sabía que le esperaba  la muerte pero le hace saber a Herodes que ni él ni la misma muerte iban a detener su obra. La muerte de Jesús no sería el fin de su obra. Él continuaría su ministerio hasta el tiempo establecido por Dios. Jesús recibía órdenes de Dios, y no estaba dispuesto a limitar su misión para agradar a Herodes. “Nos dará vida después de dos días; en el tercer día nos resucitará, y viviremos delante de él” (Oseas 6:2). La salvación que le fue profetizada a Israel, sería realizada literalmente por  Jesucristo, el Hijo de Dios. La expresión hoy y mañana debe entenderse como un corto e indeterminado período de tiempo, seguido por un inminente e inevitable final. Muchos profetas encontraron una muerte violente  en Jerusalén.  “En vano he azotado a vuestros hijos; no han recibido corrección. Vuestra espada devoró a vuestros profetas como león destrozador” (Jeremías 2:30). Ser un profeta de Dios  implicaba grandes riesgos. Los profetas tenían que criticar las políticas de los reyes malvados y eso los convertías en traidores. Los reyes odiaban a los profetas por levantarse en contra de sus políticas; el pueblo los odiaba por predicar en contra de su estilo de vida, y denunciar su inmoralidad. Conforme a los antecedentes proféticos, Jerusalén era el lugar donde el Señor debía morir. Paradójicamente, no fue Herodes el responsable directo de su muerte, sino los fariseos y demás líderes. Los dirigentes de los judíos habían estado tramando durante casi dos años su muerte. Jesús no era un profeta temeroso; pese a que intuía un final trágico a manos de las autoridades religiosas y políticas de Jerusalén, mantiene su decisión de continuar el camino y afrontar el destino que habían tenido que sufrir muchos de los profetas. Jerusalén, la ciudad de su muerte, será también la ciudad de su glorificación y exaltación. Hay hermanos que han abandonados sus ministerios por temor a las zorras y una repentina pérdida de confianza. Una zorra no tiene poder para impedir nuestra labor. Dios ha marcado tu destino y Satanás no puede impedir que se realice el propósito de Dios en tu vida. Si ere fiel y asume con responsabilidad tu llamamiento, Dios estará contigo para que siga predicando el Evangelio,  echando fuera demonios, y sanando a los enfermos. Quienes caminan por una senda marcada por Dios, saben también que llegarán al final del camino. Dios garantiza que llegaremos a la meta, si no nos desviamos del camino. “Y habrá allí calzada y camino, y será llamado Camino de Santidad; no pasará inmundo por él, sino que él mismo estará con ellos; el que anduviere en este camino, por torpe que sea, no se extraviará” (Isaías 35:8). Dios no solo nos señala el camino a seguir, sino que siempre camina a nuestro lado. Reprende esa zorra que ha estado destruyendo tus cosechas e impidiendo tu bendiciones. ¡Amén!
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