septiembre 10, 2011

La actitud del creyente

“Y si mal os parece servir a Jehová,  escogeos hoy a quién sirváis;  si a los dioses a quienes sirvieron vuestros padres,  cuando estuvieron al otro lado del río,  o a los dioses de los amorreos en cuya tierra habitáis;  pero yo y mi casa serviremos a Jehová” (Josué 24:15). Josué no llamó al pueblo a escoger a quién servir porque creyese en la existencia de dos opciones o de dos modo posible de salvación, porque él sabía, que hay un solo Dios y un solo Señor. Lo que él estaba haciendo, en realidad, era dando a conocer su propia lealtad a Dios e instando al pueblo a hacer lo mismo. Josué hizo un compromiso con Dios y estaba dispuesto y decidido a vivir de acuerdo con su decisión. La decisión exigida implica una trayectoria. Un nivel de fidelidad y obediencia a Dios aun cuando las cosas no nos salgan del todo bien. La actitud del creyente puede considerarse como una tendencia anímica, y afectiva, más que cognoscitiva, acerca de lo que se considera un valor. Esto implica tener una tendencia, o disposición permanente, a comportarse de una determinada manera ante aquello que se valora. Una persona con una actitud como la de Josué, tiene por lo general, un carácter estable, posee una fe y expectativas bien fundamentadas, porque sus creencias están enraizadas en lo más profundo de su personalidad y son parte notable de su ser. Cuando el creyente tiene una actitud así sólo cambia ante alteraciones importantes de sus emociones, sentimientos y conocimientos. Una mala actitud puede contagiar a todo un pueblo. “¿…Quién es hombre medroso y pusilánime? Vaya, y vuélvase a su casa, y no apoque el corazón de sus hermanos, como el corazón suyo” (Deuteronomio 20:8). La falta de voluntad de un hombre surge de la debilidad y el miedo. El ejército de Dios no puede tener miedo, porque nuestra victoria depende de la fe en el Dios todopoderoso, capaz de superar todas las adversidades. Un soldado pusilánime fácilmente puede contagiar a todo el pueblo (el ejército de Dios)  con su  miedo, y esto puede hacer cambiar el curso de los acontecimientos. Cuando nos vemos enfrentados a diversos problemas y dificultades debemos mantener una actitud positiva.  “Entonces Job se levantó, y rasgó su manto, y rasuró su cabeza, y se postró en tierra y adoró, y dijo: Desnudo salí del vientre de mi madre, y desnudo volveré allá. Jehová dio, y Jehová quitó; sea el nombre de Jehová bendito. En todo esto no pecó Job, ni atribuyó a Dios despropósito alguno” (Job 1:20-22). Job estaba abrumado y expresó (dejó salir) sus sentimientos, sin que  esto significara que había perdido su fe en Dios. Más bien, demostró que era un ser humano y que amaba a su familia. Dios creó nuestras emociones, y no es pecado o inapropiado expresarlas como lo hizo Job pero es importante saber que Dios es soberano en sus decisiones. Hermanos no debemos cometer un acto de locura contra Dios por muy difícil que sea nuestra situación. No abra tu boca para pronunciar o proferir palabras precipitadas contra Dios. En tiempos difíciles, es preferible callar; la amargura puede hacernos decir cosas insensatas de las cuales luego tendremos que arrepentirnos. “Bueno me es haber sido humillado, para que aprenda tus estatutos” (Salmos 119:71). Dios nos disciplina, a través de la aflicción y esto hace que apreciemos más la verdad y las promesas de Dios. Josué llamó al pueblo para que declarara, de una manera pública y solemne, si sería fiel y obediente al Dios de Israel o no. Había quienes todavía tenían ciertas adherencias a los ídolos como entre nosotros hay quienes todavía están adheridos a las cosas de este mundo, mientras otros tienen una actitud negativa como la que tenía Caín. Es tiempo de tomar decisiones y de tener una conciencia clara de las cosas que son importantes para nosotros. ¡Tú decide! ¡Amén!  

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