noviembre 21, 2014

El espíritu de celos

(Números 5:14-15)

“si viniere sobre él espíritu de celos, y tuviere celos de su mujer, habiéndose ella amancillado; o viniere sobre él espíritu de celos, y tuviere celos de su mujer, no habiéndose ella amancillado; entonces el marido traerá su mujer al sacerdote, y con ella traerá su ofrenda, la décima parte de un efa de harina de cebada; no echará sobre ella aceite, ni pondrá sobre ella incienso, porque es ofrenda de celos, ofrenda recordativa, que trae a la memoria el pecado”. Los celos hebreo [קִנְאָה] provienen de un espíritu de rivalidad que no puede tolerarse dentro de una relación conyugal. Los celos griego [ζλος] son una respuesta emocional que surge cuando una persona percibe una amenaza hacia algo que considera propio. Comúnmente se denomina así a la sospecha o inquietud que una persona tiene. Una característica que se destaca en las personas celosas es el egoísmo. Los celos también se relacionan con la vergüenza. Los celos carnales se expresan cuando se hacen demandas inapropiadas y cuando se ejercen sentimientos enfermizos cuando esas demandas no son satisfechas. Este tipo de conducta refleja carencias personales muy profundas en aquel que la padece.
Los celos se manifiestan ante la aparición de una situación o persona que el yo-interno clasifica como mucho más dominante y competitiva. Los celos provocan que el sujeto que los padece, se sienta vulnerado y ejerza presión sobre la persona que es objeto sus celos, atrapándola en una red de circunstancias opresivas tales como privarla de la libertad, aislarla, seguirla al trabajo, revisar sus relaciones externas, o buscar evidencias de traición etc. Los celos llevados al extremo constituyen una patología autodestructiva; el sujeto que los padece vive en un estado de infelicidad, es prisionero de sus miedos y sospechas de engaño, muchas veces completamente infundados y prácticamente esta persona no acepta como verdad las evidencias si no son evidencias que confirman sus celos e inseguridad.
El espíritu de celo provoca envidia: “Viendo Raquel que no daba hijos a Jacob, tuvo envidia de su hermana, y decía a Jacob: Dame hijos, o si no, me muero” (Génesis 30:1). La envidia es un sentimiento o estado mental en el cual existe dolor y desdicha por no poseer lo que tiene el otro, ya sean bienes, cualidades u otra clase de cosas. Jacob amaba a Raquel y, por tanto, la reprendió por hablar así. Es pecado y necedad poner a una criatura en el lugar de Dios y depositar en ella la fe y la confianza que sólo en Dios debemos tener. La connotación negativa de los celos no contamina a Dios. Es cierto que la santidad de Dios, no admite competencia pero en ningún pasaje del AT se dice que Dios sienta envidia. “Cruel es la ira, e impetuoso el furor; mas ¿quién podrá sostenerse delante de la envidia?” (Proverbios 27:4). A los rabinos se les hacía difícil hablar del celo de Dios por temor al antropomorfismo. Dios es un Dios celoso, no porque envidie a los ídolos como rivales, sino porque no puede permitir que su santidad y honor sean mancillados por la idolatría.
“Ponme como un sello sobre tu corazón, como una marca sobre tu brazo;  porque fuerte es como la muerte el amor; duros como el Seol los celos; sus brasas, brasas de fuego, fuerte llama” (Cantares 8:6). La muerte es algo que ningún poder en la tierra jamás ha podido vencer. La muerte tiene una fuerza irresistible. Nadie ha podido contra ella, salvo Jesucristo. Así es el amor para la amada: inquebrantable e irresistible como la muerte. La segunda imagen es la de la tumba, simboliza la pasión. Según la amada, la pasión (el deseo de poseer a la persona amada) es inflexible como la tumba. La pasión cautiva a los que se aman. La palabra inconmovible traduce un término hebreo que significa “duro”, “firme”, “obstinado”; así es la tumba. No hay lágrimas ni gemidos que la conmuevan, ni ruegos o súplicas que hagan que devuelva a nuestros seres queridos que yacen en ella. La tercera imagen es la del fuego. Tan profundo y fuerte es el amor verdadero, que no hay adjetivos humanos que puedan describirlo. Sin embargo cuando hay un espíritu de celos poseyendo a la persona, la relación se vuelve sumamente peligrosa.
A los creyentes se les amonesta para que no se dejen dominar por estos deseos negativos. “Andemos como de día, honestamente; no en glotonerías y borracheras, no en lujurias y lascivias, no en contiendas y envidia, sino vestíos del Señor Jesucristo, y no proveáis para los deseos de la carne” (Romano 13:13-14). El versículo 13 describe lo que significa despojarse de “las obras de las tinieblas” y el versículo 14 describe lo que significa vestirse de “las armas de luz”. Vestirse de “las armas de la luz” es vestirse del Señor Jesucristo. Vestirse de Cristo en este sentido significa abrazar una y otra vez, en fe y confianza, en lealtad y obediencia a aquel a quien pertenecemos. ¡Amén!

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