julio 10, 2014

El fuego del Espíritu


(Hechos 2:1-4)

“Cuando llegó el día de Pentecostés, estaban todos unánimes juntos. Y de repente vino del cielo un estruendo como de un viento recio que soplaba, el cual llenó toda la casa donde estaban sentados; y se les aparecieron lenguas repartidas, como de fuego, asentándose sobre cada uno de ellos.  Y fueron todos llenos del Espíritu Santo, y comenzaron a hablar en otras lenguas, según el Espíritu les daba que hablasen”. El Espíritu, como fuego, derrite y quema las escorias del corazón, y enciende los afectos piadosos y devotos del alma, es en el alma, en la que debe arder el fuego de Dios como ardía en el altar del holocausto, es allí donde se ofrecen los verdaderos sacrificios espirituales. Los creyentes que sinceramente traten de hacer la voluntad de Dios experimentarán cada vez más y más la dirección y el poder sobrenatural del Espíritu. El Espíritu Santo es la fuente de nuestro valor y poder. El valor de los cristianos para enfrentarse a situaciones peligrosas viene del Espíritu Santo. El poder para resolver sus problemas; la elocuencia necesaria para predicar el Evangelio; y el gozo que tenemos no depende de las circunstancias –todo es obra del Espíritu Santo.
La muerte de Jesús fue planificada desde la eternidad, por tanto su muerte fue la realización de la voluntad de Dios; los discípulos comprendieron esta verdad. La muerte y la resurrección de Cristo; nos mostró el plan perfecto de Dios. Su muerte no fue en vano, sino para redimir al hombre de su pecado, él se sacrificó a sí mismo y  su sangre nos limpia de todo pecado. “Ahora, pues, ninguna condenación hay para los que están en Cristo Jesús, los que no andan conforme a la carne, sino conforme al Espíritu.  Porque la ley del Espíritu de vida en Cristo Jesús me ha librado de la ley del pecado y de la muerte” (Romanos 8:1-2).
Mediante la sangre de Cristo, Dios nos libera del dominio del pecado. Jesús murió para liberarnos del mundo, de la inmundicia y del dominio del diablo. (2 Tesalonicenses 2:13). Dios nos santifica mediante Jesucristo. Los discípulos comprendieron que la providencia y la victoria de Cristo, está en la cruz. Él echó fuera la inmundicia y los espíritus satánicos, nos llenó con el Espíritu Santo, y nos hizo pueblo de Dios. La crucifixión de Jesús fue para rescatarnos de la tristeza y de las enfermedades. El deseo del Señor; es liberarnos de la opresión del diablo. Él nos liberó de la maldición  y en su lugar nos llenó de bendición. La muerte y resurrección de Jesús fue necesarias para sacarnos del infierno. Todos los que hemos creído en Cristo, hemos sido libres de la confusión, desesperación, y del temor. Con la llegada del Espíritu Santo, llegamos a tener una relación con Jesús. “Más vosotros no vivís según la carne, sino según el Espíritu, si es que el Espíritu de Dios mora en vosotros. Y si alguno no tiene el Espíritu de Cristo, no es de él” (Romanos 8:9).
Cuando el Espíritu Santo obra en nosotros, creemos que Jesús es el Hijo de Dios y que la vida eterna se obtiene a través de Él; empezamos a actuar bajo la dirección de Cristo; encontramos ayuda en los problemas cotidianos y en la oración; podemos servir a Dios y hacer su voluntad; y somos parte del plan de Dios para la edificación de su Iglesia.“De modo que si alguno está en Cristo, nueva criatura es; las cosas viejas pasaron; he aquí todas son hechas nuevas” (2 Corintios 5:17). Esta experiencia maravillosa las podemos tener mediante el Espíritu Santo.  Ahora por medio del Espíritu Santo, Cristo está con nosotros y no sólo eso, sino que también hemos recibido una nueva posición.
“Más vosotros sois linaje escogido, real sacerdocio, nación santa, pueblo adquirido por Dios, para que anunciéis las virtudes de aquel que os llamó de las tinieblas a su luz admirable; vosotros que en otro tiempo no erais pueblo, pero que ahora sois pueblo de Dios; que en otro tiempo no habíais alcanzado misericordia, pero ahora habéis alcanzado misericordia” (1 Pedro 2:9-10). El evangelio de Cristo es gozo. Cuando usted acepta a Cristo, entrará el Espíritu Santo en su vida y él derramará el gozo de Dios.
La llenura con el Espíritu Santo nos transforma totalmente, nos da  valor y fidelidad. Pedro había negado a Jesús tres veces, pero después que fue lleno con el Espíritu Santo se convirtió en un gran predicador. Los discípulos del Señor eran personas ordinarias, algunos eran pescadores, recolectores de impuestos, eran de baja categoría, e ignorantes. Pero cuando fueron llenos del Espíritu Santo, fueron llenos también de gozo, de energía, de valor y fidelidad, ante amenaza de muerte predicaron, ante los azotes y las persecuciones predicaron con denuedo la palabra de Dios. El Espíritu Santo derrama su poder sobre los testigos del evangelio, así predicamos la palabra de Dios con un poder que sobrepasa todo entendimiento humano.
Sin la llenura del Espíritu Santo, la predicación de la palabra es infructuosa, porque no hay en ella vida, ni poder; es como la predicación de los fariseos y saduceos, llena de teorías. Cuando estoy lleno del poder del Espíritu Santo hay una fuente de agua dentro de mí. Y ésta ejerce gran poder en la predicación de la palabra. Hollar serpiente y escorpiones no se hace con poder y fuerzas humanas, sino con el Espíritu Santo. Cuando somos llenos del Espíritu Santo sentimos pasión por la evangelización. Antes no sentía deseo de evangelizar, pero una vez lleno del Espíritu Santo siento pasión por las almas perdidas. Cuando el cristiano está lleno del Espíritu Santo no puede estar quieto, desea salir, hablar de Cristo y predicar el evangelio. ¡Amén!

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