julio 13, 2014

La vida interior


(Romanos 6:4)

“Porque somos sepultados juntamente con él para muerte por el bautismo, a fin de que como Cristo resucitó de los muertos por la gloria del Padre, así también nosotros andemos en vida nueva”. Podemos gozar de nuestra nueva vida en Cristo porque estamos unidos a Él en su muerte y resurrección. Nuestros malos deseos, nuestra esclavitud y amor al pecado murieron con El. Ahora, unidos con El por la fe en su resurrección, tenemos una comunión inquebrantable con Dios y la libertad de resistir el pecado. Nuestro viejo hombre es nuestra vida antes de la conversión a Cristo, lo que éramos antes de ser cristianos bajo el dominio irrestricto de la carne.
El cuerpo de pecado se refiere a nuestra naturaleza pecaminosa, no al cuerpo humano. Nuestro "viejo hombre", lleno de pecado, murió –fue destruido y ahora estamos libres de su poder. Ser destruido no significa ser aniquilado, sino derrotado y privado de poder. Debido a nuestra unión e identificación con Cristo, ya no estamos atados a esos viejos motivos, deseos y metas carnales. “En cuanto a la pasada manera de vivir, despojaos del viejo hombre, que está viciado conforme a los deseos engañosos, y renovaos en el espíritu de vuestra mente, y vestíos del nuevo hombre, creado según Dios en la justicia y santidad de la verdad” (Efesios 4:22-24). Ahora somos personas espirituales.
El término "espiritualidad" significa "espíritu" o estilo de vida espiritual. Se requiere "vivir en espíritu" lo que uno es y hace. Para el cristiano, se trata de la vida "espiritual", es decir, de una vida que se requiere vivirla en una autentica realidad, autenticidad y profundidad, según las mociones del Espíritu Santo. La vida espiritual es un camino o proceso de santidad o de perfección, que se traduce en actitudes de fidelidad, generosidad y compromiso vital con Dios.
La vida interior, que tenemos desde el momento en que adquirimos un desarrollo consciente más o menos autónomo, no llega a ser vida espiritual hasta el momento en que nuestra vida interior se desarrolla, no en el aislamiento, sino, por el contrario, en la conciencia de una realidad espiritual. M. Buber, judío y cuyo pensamiento nutre la espiritualidad de los hassidim, señala que el judaísmo está penetrado por el eco vibrante de la gran experiencia de los profetas.
Dios, el Dios de Israel, el Dios de la Biblia, el Dios y Padre de nuestro Señor Jesucristo, es precisamente ese Dios, y el único que puede ser para nosotros no un él impersonal, sino un tú, es decir, verdaderamente alguien con quien tenemos una relación espiritual. Él es ese tú porque se nos ha manifestado –revelado. No ha esperado que nosotros tomásemos la decisión para encontrarnos con él, sino que ha sido Dios quien ha tomado la iniciativa de revelarse. La espiritualidad cristiana consiste en una vida espiritual en la que nuestra vida más íntima, más personal, florece gracias al desarrollo de la relación personal que Dios quiere establecer con nosotros al hablarnos en Cristo.
La fe cristiana proclama que Dios es Padre, Hijo y Espíritu, y que Espíritu Santo es la fuente y el alma de toda vida espiritual, que nunca podremos reducir esta vida a lo puramente psicológico. La espiritualidad cristiana es una vida en el Espíritu Santo, que está presente y actúa en cada uno de los fieles. La espiritualidad cristiana consiste en una vida espiritual en la que nuestra vida más íntima, y personal, florece gracias al desarrollo de la relación personal que tenemos con Dios; el Señor ha querido establecer esta relación con nosotros en Cristo y por medio de Cristo.
El amor es el eje conductor de la reciprocidad y  la comunión, sin las que no hay espiritualidad auténticamente cristiana. Dios está esperando y llamando, para que pasemos a tener confianza en él y una entrega completa a Su plan de salvación.
Lo importante es adentrarse decididamente en esa "vida nueva", que es don de Dios, para llegar a ser el "hombre nuevo", se requiere estar "revestido de Cristo". “Porque todos los que habéis sido bautizados en Cristo, de Cristo estáis revestidos” (Gálatas 3:27). Lo que enseña el Espíritu confirma la autoridad de Cristo; además, glorifica a Cristo en todo lo que hace. El verdadero ministerio del Espíritu Santo nunca sirve objetivos privados. Por el contrario, trabaja en los creyentes, y a través de los creyentes, y nunca se exalta a sí mismo, sino que continuamente glorifica a Cristo, quien a su vez glorifica al Padre. “El me glorificará; porque tomará de lo mío, y os lo hará saber” (Juan 16:14). El Espíritu Santo enriquecerá el conocimiento de las cosas espirituales y su vida de oración. La verdad a la que nos guía el Espíritu Santo es la verdad acerca de Cristo. El Espíritu nos ayuda a discernir entre el bien y el mal.
Los valores del mundo a menudo se oponen a los valores de Dios. Esto puede hacer que los cristianos tengan la sensación de estar fuera de ambiente. Pero aun cuando la vida sea difícil ahora, un día nos regocijaremos. ¡Mantenga la vista puesta en el futuro y en las promesas de Dios!¡Amén!

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