julio 08, 2014

Corazón: concepto intuitivo y simbólico


(1 Samuel 2:35)

“Y yo me suscitaré un sacerdote fiel, que haga conforme a mi corazón y a mi alma; y yo le edificaré casa firme, y andará delante de mi ungido todos los días”. El vocablo, más que al órgano fisiológico, hace referencia a su simbología. Proveniente de la raíz indoeuropea krd, que significa corazón, centro, medio, ha dado origen a la palabra española corazón, entre otras lenguas, como en la griega Kαρδια y en la latina cor, cordis. En el AT el corazón tiene dos sentidos: el directo o físico y el figurado o simbólico. El corazón es el centro de la vida psíquica y espiritual del hombre y no sólo de la vida sensitiva; hasta tal punto, que se confunden los significados en algunos textos. “Amarás a Jehová tu Dios de todo tu corazón, y de toda tu alma, y con todas tus fuerzas” (Deuteronomio 6:5).  Del corazón humano surgen los sentimientos y las emociones, pero también es el lugar de la inteligencia y de la voluntad. El corazón tiene razones que la razón [mente] no conoce, es por eso que conocemos la verdad no sólo por la razón, sino también por el corazón. Creer en Dios en el sentido cristiano, no significa solamente aceptar que Dios existe, es más bien abrir el corazón para que Dios habite. “Creemos” en aquello que nuestra razón no es capaz de comprender, por las limitaciones de nuestros sentidos.
La persona que se busca a sí misma en sí misma se pierde. “Vuestro atavío no sea el externo de peinados ostentosos, de adornos de oro o de vestidos lujosos, sino el interno, el del corazón, en el incorruptible ornato de un espíritu afable y apacible, que es de grande estima delante de Dios” (1 Pedro 3:3-49). Los principios de una conducta respetuosa y un espíritu ecuánime trascienden las fronteras de lo externo. La verdadera belleza viene desde adentro: del corazón. Un corazón rendido y una buena conciencia, nos darán la paz que tanto anhelamos.
El mundo antiguo ha utilizado el corazón para designar la totalidad del hombre, con un predominio, en la civilización occidental, de los conceptos relativos al mundo de los sentimientos (sede de las sensaciones y emociones), al que se añade en las culturas orientales el aspecto intelectivo (también es la sede del pensamiento, de la inteligencia). En las religiones orientales, en la bíblica y la islámica, expresa el núcleo, lo medular de la persona humana. El corazón humano, como centro de la vida, es el yo del hombre, su parte más íntima, su personalidad con toda la riqueza de sus manifestaciones anímicas, emocionales e intelectivas.
“Hipócritas, bien profetizó de vosotros Isaías, cuando dijo: Este pueblo de labios me honra;  Mas su corazón está lejos de mí” (Mateo 15:7-8). Aquí tenemos el choque y la colisión; aquí está el enfrentamiento entre dos clases de religión y dos clases de adoración. Para los escribas y fariseos la religión era la observancia de ciertas reglas y normas y ritos externos tales como la manera correcta de lavarse las manos antes de comer; era la estricta observancia de un enfoque legalista de toda la vida. Para Jesús la religión era algo que tiene su asiento en el corazón; algo que se manifestaba en la compasión y en la amabilidad, que están por encima y más allá del legalismo. Adorar a Dios, y rendirle culto; es avivar nuestra conciencia con la santidad de Dios, alimentar nuestra mente con la verdad de Dios, purificar nuestra imaginación con la belleza de Dios, abrir nuestro corazón al amor de Dios, y consagrar nuestra voluntad al propósito de Dios.
Los principios morales tienen su sede en el corazón. “Porque cuando los gentiles que no tienen ley, hacen por naturaleza lo que es de la ley, éstos, aunque no tengan ley, son ley para sí mismos, mostrando la obra de la ley escrita en sus corazones, dando testimonio su conciencia, y acusándoles o defendiéndoles sus razonamientos, en el día en que Dios juzgará por Jesucristo los secretos de los hombres, conforme a mi evangelio” (Romanos 2:14-16). Hegel puede decir: "no basta que los principios morales, estén sólo en el cerebro; deben estar también en el corazón”. Cada uno será juzgado por su fidelidad a los principios más elevado que pudo conocer. El razonamiento de Pablo es que el ser humano sabe por naturaleza cómo debe vivir. Es desde el corazón que nos abrimos a lo trascendente y entramos en relación con Dios. El corazón debe estar abierto a Dios y a la trascendencia de la vida espiritual. Sus sentimientos y sus emociones son siempre producto del contacto con la realidad circundante y, como tal, el corazón es la sede de la calidad de sus relaciones con los demás. Nuestras relaciones con los demás tendrán que ser de corazón: amaremos, perdonaremos, nos daremos y nos entregaremos de corazón. “Porque donde esté vuestro tesoro, allí estará también vuestro corazón” (Mateo 6:21).
"Te hablo con el corazón en la mano", decimos cuando queremos expresar la sinceridad de lo que hablamos. En nuestra relación con los demás podremos, sin embargo, no tener corazón, o también endurecerlo. Podremos tener un corazón grande o ser mezquinos de corazón. Salomón dice: “Fíate de Jehová de todo tu corazón, y no te apoyes en tu propia prudencia” (Proverbios 3:5) y otra vez dice: “Sobre toda cosa guardada, guarda tu corazón; porque de él mana la vida”. ¡Amén!

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