julio 18, 2014

Prisioneros en el Abismo


(Lucas 8:31)

“Y le rogaban que no los mandase ir al abismo”. Cuando terminan nuestros peligros, nos corresponde reconocer la vergüenza de nuestros temores, y dar a Cristo la gloria por nuestra liberación. Las personas que permanecen en un estado de desobediencia, pertenecen al Reino de las Tinieblas; muchos parecen disfrutar de su esclavitud espiritual, están acostumbrados a vivir así, no quieren pensar, ni cambiar, velan solamente por sus propios intereses y quieren que todo siga como siempre. Dar más valor a las cosas que a las personas es uno de los mayores peligros de la vida. Eso es lo que crea los suburbios y las explotaciones injustas. Para estas personas el evangelio es algo que los trastorna, que les cambia su visión del mundo en el que viven.
Los demonios reclamaron no ser enviado al ἄβυσσος [abismo]. Este es el término que se usa para referirse al mundo inferior. El abismo es la cárcel [prisión] de los espíritus rebeldes y desobedientes. “El quinto ángel tocó la trompeta, y vi una estrella que cayó del cielo a la tierra; y se le dio la llave del pozo del abismo” (Apocalipsis 9:1). El pozo del abismo representa el lugar de los demonios y de Satanás, el príncipe de los demonios. Satanás y una inmensidad de ángeles caidos no están todavía en el βυσσος, sino en los aires: “Y él os dio vida a vosotros, cuando estabais muertos en vuestros delitos y pecados, en los cuales anduvisteis en otro tiempo, siguiendo la corriente de este mundo, conforme al príncipe de la potestad del aire, el espíritu que ahora opera en los hijos de desobediencia” (Efesios 2:1-2). El fin inevitable de los “hijos de desobediencia” es estar bajo la condenación de Dios. El Señor está justamente airado; ellos van a enfrentar un juicio justificado por haber violado fronteras conocidas tanto de orden espiritual como moral. “Porque no tenemos lucha contra sangre y carne, sino contra principados, contra potestades, contra los gobernadores de las tinieblas de este siglo, contra huestes espirituales de maldad en las regiones celestes” (Efesios 6:12). Estos gobernantes malignos, seres satánicos y príncipes de las tinieblas, no son personas sino ángeles caídos a los que Satanás controla. No son una simple fantasía, son reales. Nos enfrentamos a un ejército poderoso que tiene como meta la destrucción de la Iglesia de Cristo. Cuando creemos en Cristo y nos unimos a su Iglesia, estos seres vienen a ser nuestros enemigos y emplean todo tipo de ardides para apartarnos de Cristo y hacernos pecar. Aunque estamos seguros de la victoria, debemos batallar hasta que Cristo venga, porque Satanás lucha constantemente en contra de todos los que están del lado del Señor. Requerimos de poder sobrenatural para vencer a Satanás y Dios nos lo puede dar a través del Espíritu Santo que está en nosotros.
La mayoría de los intérpretes piensan que estas langostas son demonios, espíritus malignos gobernados por Satanás que inducen a la gente a pecar. No fueron creados por Satanás porque Dios es el creador de todo; más bien, son ángeles caídos que se unieron a Satanás en su rebelión. Dios limita lo que ellos pueden hacer; no pueden hacer nada sin el permiso de Dios. El propósito principal de los demonios en la tierra es destruir, distorsionar o impedir la relación de la gente con Dios. Como son corruptos y degenerados, la apariencia de ellos refleja la distorsión de sus espíritus. Si bien es importante reconocer sus actividades malévolas para que podamos mantenernos alejados de ellas, debemos evitar toda curiosidad al respecto y no tener nada que ver con fuerzas demoníacas u ocultas.
El  βυσσος es también reino de los muertos. “Pero la justicia que es por la fe dice así: No digas en tu corazón: ¿Quién subirá al cielo? (esto es, para traer abajo a Cristo); o, ¿quién descenderá al abismo? (esto es, para hacer subir a Cristo de entre los muertos).  Mas ¿qué dice? Cerca de ti está la palabra, en tu boca y en tu corazón. Esta es la palabra de fe que predicamos: que si confesares con tu boca que Jesús es el Señor, y creyeres en tu corazón que Dios le levantó de los muertos, serás salvo. Porque con el corazón se cree para justicia, pero con la boca se confiesa para salvación” (Romanos 10:6-10). El término βυσσος, que originalmente era un adjetivo para el sustantivo implícito “tierra”, se usa en griego para referirse a las profundidades del tiempo original, el océano primigenio y el mundo de los muertos. En la LXX denota el reino de los muertos. “Tú, que me has hecho ver muchas angustias y males, volverás a darme vida, y de nuevo me levantarás de los abismos de la tierra” (Salmos 71:20). En el NT es una prisión para el anticristo (Apocalipsis 11:7), los demonios (Lucas. 8:31), los escorpiones (Apocalipsis 9:3ss) y los espíritus (Apocalipsis 9:1; 20:1, 3). Es un abismo en forma de pozo, del cual sube humo (Apocalipsis 9:1). El abismo representa el caos. Este es el lugar donde Satanás será arrojado y aprisionado. Allí será encerrado Satanás durante un milenio (Apocalipsis 20:1, 3). Todos los que han de ser encerrado junto a Satanás, la Bestia y el Falso Profeta, estarán bajo el poder absoluto de Dios. ¡Amén!

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