(Lucas 8:31)
“Y le rogaban que no los mandase ir al abismo”. Cuando terminan nuestros
peligros, nos corresponde reconocer la vergüenza de nuestros temores, y dar a
Cristo la gloria por nuestra liberación. Las personas que permanecen en un
estado de desobediencia, pertenecen al Reino de las Tinieblas; muchos parecen
disfrutar de su esclavitud espiritual, están acostumbrados a vivir así, no
quieren pensar, ni cambiar, velan solamente por sus propios intereses y quieren
que todo siga como siempre. Dar más valor a las cosas que a las personas es uno
de los mayores peligros de la vida. Eso es lo que crea los suburbios y las
explotaciones injustas. Para estas personas el evangelio es algo que los
trastorna, que les cambia su visión del mundo en el que viven.
Los demonios reclamaron no ser enviado al ἄβυσσος [abismo]. Este es el término que se usa para referirse al mundo
inferior. El abismo es la cárcel [prisión] de los espíritus rebeldes y desobedientes.
“El quinto ángel tocó la trompeta, y vi una estrella que cayó del cielo a la
tierra; y se le dio la llave del pozo del abismo” (Apocalipsis 9:1). El pozo
del abismo representa el lugar de los demonios y de Satanás, el príncipe de los
demonios. Satanás y una inmensidad de ángeles caidos no están todavía en el ἄβυσσος, sino
en los aires: “Y él os dio vida a vosotros, cuando estabais muertos en vuestros
delitos y pecados, en los cuales anduvisteis en otro tiempo, siguiendo la
corriente de este mundo, conforme al príncipe de la potestad del aire, el
espíritu que ahora opera en los hijos de desobediencia” (Efesios 2:1-2). El fin
inevitable de los “hijos de desobediencia” es estar bajo la condenación de Dios.
El Señor está justamente airado; ellos van a enfrentar un juicio justificado
por haber violado fronteras conocidas tanto de orden espiritual como moral. “Porque
no tenemos lucha contra sangre y carne, sino contra principados, contra
potestades, contra los gobernadores de las tinieblas de este siglo, contra
huestes espirituales de maldad en las regiones celestes” (Efesios 6:12). Estos
gobernantes malignos, seres satánicos y príncipes de las tinieblas, no son
personas sino ángeles caídos a los que Satanás controla. No son una simple
fantasía, son reales. Nos enfrentamos a un ejército poderoso que tiene como meta
la destrucción de la Iglesia de Cristo. Cuando creemos en Cristo y nos unimos a
su Iglesia, estos seres vienen a ser nuestros enemigos y emplean todo tipo de
ardides para apartarnos de Cristo y hacernos pecar. Aunque estamos seguros de
la victoria, debemos batallar hasta que Cristo venga, porque Satanás lucha
constantemente en contra de todos los que están del lado del Señor. Requerimos
de poder sobrenatural para vencer a Satanás y Dios nos lo puede dar a través
del Espíritu Santo que está en nosotros.
La mayoría de los intérpretes piensan que estas langostas son demonios,
espíritus malignos gobernados por Satanás que inducen a la gente a pecar. No
fueron creados por Satanás porque Dios es el creador de todo; más bien, son
ángeles caídos que se unieron a Satanás en su rebelión. Dios limita lo que
ellos pueden hacer; no pueden hacer nada sin el permiso de Dios. El propósito
principal de los demonios en la tierra es destruir, distorsionar o impedir la
relación de la gente con Dios. Como son corruptos y degenerados, la apariencia
de ellos refleja la distorsión de sus espíritus. Si bien es importante
reconocer sus actividades malévolas para que podamos mantenernos alejados de
ellas, debemos evitar toda curiosidad al respecto y no tener nada que ver con
fuerzas demoníacas u ocultas.
El ἄβυσσος es también reino de los muertos. “Pero la
justicia que es por la fe dice así: No digas en tu corazón: ¿Quién subirá al
cielo? (esto es, para traer abajo a Cristo); o, ¿quién descenderá al abismo?
(esto es, para hacer subir a Cristo de entre los muertos). Mas ¿qué dice? Cerca de ti está la palabra,
en tu boca y en tu corazón. Esta es la palabra de fe que predicamos: que si
confesares con tu boca que Jesús es el Señor, y creyeres en tu corazón que Dios
le levantó de los muertos, serás salvo. Porque con el corazón se cree para
justicia, pero con la boca se confiesa para salvación” (Romanos 10:6-10). El
término ἄβυσσος, que originalmente era un adjetivo para el sustantivo
implícito “tierra”, se usa en griego para referirse a las profundidades del
tiempo original, el océano primigenio y el mundo de los muertos. En la LXX
denota el reino de los muertos. “Tú, que me has hecho ver muchas angustias y
males, volverás a darme vida, y de nuevo me levantarás de los abismos de la
tierra” (Salmos 71:20). En el NT es una prisión para el anticristo (Apocalipsis
11:7), los demonios (Lucas. 8:31), los escorpiones (Apocalipsis 9:3ss) y los
espíritus (Apocalipsis 9:1; 20:1, 3). Es un abismo en forma de pozo, del cual
sube humo (Apocalipsis 9:1). El abismo representa el caos. Este es el lugar
donde Satanás será arrojado y aprisionado. Allí será encerrado Satanás durante
un milenio (Apocalipsis 20:1, 3). Todos los que han de ser encerrado junto a Satanás,
la Bestia y el Falso Profeta, estarán bajo el poder absoluto de Dios. ¡Amén!
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