julio 02, 2014

La auténtica plenitud de Dios


(Colosenses 2:08)

“Mirad que nadie os engañe por medio de filosofías y huecas sutilezas, según las tradiciones de los hombres, conforme a los rudimentos del mundo, y no según Cristo”. No podemos edificar ni crecer en Cristo si primero, no estamos arraigados o fundamentados en Él. El conocimiento y la fe enriquecen nuestras almas. Mientras más fuerte es nuestra fe, y más cálido es nuestro amor, más grande será nuestro consuelo. Los tesoros de la sabiduría están ocultos, no de nosotros, sino de los impíos. Hay una sabiduría que ejercita correctamente nuestras facultades de raciocinio: el estudio de las obras de Dios, que nos lleva al conocimiento de Dios y confirma nuestra fe en Él. Pero hay una filosofía que es vana y engañosa; y aunque complace las fantasías de los hombres, es un obstáculo para su fe en Dios.
El conocimiento que se opone a la verdad del evangelio no es verdadero conocimiento, ni es real, o de lo contrario, [como hemos dicho muchas veces] aprobaría el evangelio. Los que tienen la razón por encima de la fe, corren el riesgo de perder la fe. Es nuestro deber mantenernos en la gracia porque la gracia siempre incluye lo que es bueno, es una primicia, un comienzo de nuestra participación en la gloria de Cristo.  Pablo aconseja a Timoteo a que evite las vanas —griego, “vacías”; simples “contiendas de palabras”,  porque no producen frutos espirituales, ni morales. Timoteo debía rechazar los argumentos (griego) —“antítesis” dialécticas de los falsos maestros. (2 Ti moteo 6:20-21). Estas son  “oposiciones a la sana doctrina”. Para entonces ya existían herejías, oposiciones dualistas, entre el principio del bien y del mal. Argumentos que descansaban en la falsamente llamada ciencia (gnosis). —En todos esos argumentos no había ni una chipa de fe ni de confianza en Dios.
Debido al abuso del don de ciencia;  surgieron los credos (dogmas, estructuras) de la iglesia, llamados símbolos, es decir, consignas en griego o confesiones de fe. Estas consignas [confesiones] era la prueba que utilizaban los ortodoxos para distinguirse de los herejes.  En el credo apostólico, se afirma que Dios “el Padre es todopoderoso”, que es el “creador de los cielos y de la tierra”, contrario al razonamiento de los gnósticos que hablaban de “oposiciones” o “eones”. Los que enseñaban estos se descarriaron, erraron y se apartaron de la sana doctrina, etc.
Pablo empieza trazando una semblanza gráfica de los falsos maestros. Habla de los que quieren cautivarnos, o hacernos sus esclavos. Ofrecen una filosofía [según ellos] necesaria para la salvación además de las enseñanzas de Cristo y de los apóstoles. El vocablo sylagóguein, se refiere a un traficante de esclavos, para Pablo era sorprendente y trágico que aquellos que una vez habían sido liberados (retornasen de nuevo a la esclavitud). Esta filosofía llego a los colosenses transmitida, por una tradición humana. Los gnósticos tenían la costumbre de decir que su enseñanza procedía directamente de la boca del mismo Jesús, de María, Mateo o Pedro. Decían de hecho que había cosas que Jesús no había dicho a la multitud, sino solamente a unos pocos escogidos. La acusación que Pablo les hacía era que su tradición era puramente humana. No tenía ninguna base bíblica; era el producto de la mente humana, y no un mensaje de Dios.
Estos falsos maestros pretendían tener un conocimiento avanzado y profundo, cuando en realidad no era más que algo rudimentario, porque era un conocimiento meramente humano. El verdadero conocimiento, la auténtica plenitud de Dios, está en Jesucristo. Si les prestamos atención a esos supuestos maestros, lejos de recibir un conocimiento espiritual profundo, estaremos retrocediendo.
Todavía sigue habiendo personas que toman la astrología en serio. Llevan sus problemas a los signos del zodíaco; la astrología era entonces, como ha dicho alguien, la reina de las ciencias. Casi todo el mundo creía que sus vidas estaban determinadas por los astros y todavía lo siguen creyendo. Si un niño nacía bajo un signo afortunado, le iría bien; si  por el contrario nacía bajo un signo desafortunado, no debía esperar felicidad; había que tomar en cuenta a las estrellas, según la lógica de los falsos maestros.
El surgimiento de los falsos profetas en la iglesia era algo que se podía esperar, porque en todas las generaciones ha habido falsos profetas. Ellos han sido los responsables de hacer descarriar al pueblo de Dios y de que viniera el desastre. Los falsos profetas siempre han estados más interesados en hacerse populares que servir al pueblo de Dios. Predican al pueblo lo que este quiere oír.  El Señor dice que estos son los que: "curan las heridas de Su pueblo con liviandad, diciendo: Paz, paz; y no hay paz," (Jeremías 6:14). “los profetas de Israel que profetizan acerca de Jerusalén, y ven para ella visión de paz, no habiendo paz, dice Jehová el Señor” (Ezequiel13:16).
En los días de Josafat, Sedequías, un falso profeta, se puso cuernos de hierro en su cabeza y dijo que Israel acornearía a los sirios quitándolos de en medio, pero no fue así; Miqueas, el profeta de Dios, predijo el desastre si Josafat iba a la guerra y así fue. En los días de Jeremías, Hananías profetizó el repentino fin del poder babilónico, mientras Jeremías profetizaba que Israel seria esclavo de Babilonia y le serviría; de nuevo el profeta que le decía a la gente lo que quería oír era el más popular (Jeremías 28). Diógenes, el gran filósofo cínico, hablaba de los falsos maestros de su tiempo cuyo método consistía en seguir lo que conducía al aplauso de la multitud.
Una de las primeras características del falso profeta es que le dice a las gentes lo que quieren oír y no la verdad que necesitan oír. Los falsos profetas van tras la ganancia personal. Como dijo Miqueas: “Sus sacerdotes enseñan por precio, sus profetas adivinan por dinero” (Miqueas 3:11). Enseñan por ganancia deshonesta (Tito1:1l), e identifican la bondad con la ganancia, convirtiendo la religión en un negocio sucio (1 Timoteo 6:5).  Los falsos profetas son disolutos en su vida personal. Isaías escribe: "El sacerdote y el profeta erraron por la sidra, fueron trastornados por el vino” (Isaías 28:7). Jeremías dice: “En los profetas de Jerusalén he visto cosas terribles: cometen adulterios, andan con mentiras y fortalecen las- manos de los malos... hacen errar a mi pueblo con sus mentiras y con sus lisonjas” (Jeremías 23:14-32). El falso profeta es sobre todo un hombre que aparta a las personas más y más de Dios en lugar de acercarlas a Él. Puede ser que estas palabras te causen dolor pero es la verdad y nada más que la verdad. ¡Amén!

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