julio 15, 2014

La evidencia de la fe


(Hebreo 11:1-3)


“Es, pues, la fe la certeza de lo que se espera, la convicción de lo que no se ve. Porque por ella alcanzaron buen testimonio los antiguos. Por la fe entendemos haber sido constituido el universo por la palabra de Dios, de modo que lo que se ve fue hecho de lo que no se veía”. La fe en Dios encierra una creencia correcta acerca de Dios. En el hablar diario, la palabra fe generalmente significa una confesión de proposiciones, o  “creencias”. La fe es confianza en Dios y un conocimiento de Su voluntad revelada. La fe no es un puente que se eleva sobre aguas turbulentas, sino un paso a través de ellas. Para encontrar este paso, y hallar el origen de cualquier dificultad, se necesita perseverar en la oración y la alabanza. De esta forma se descubren los propósitos de Dios.
Si seguimos los parámetros del mundo puede ser que logremos facilidades, comodidades y prosperidad; pero si seguimos los parámetros de Dios, lo más probable es que experimentemos dolores, pérdidas y marginación. Aun así, el cristiano está convencido de que es mejor sufrir con Dios que prosperar con el mundo. Debemos creer en el Espíritu en vez de creer en los sentidos. Los sentidos nos conducen a escoger los placeres del momento, pero el Espíritu nos dice que hay algo que vale mucho más que los placeres. Por eso el cristiano cree al Espíritu más que a los sentidos. Si creemos que este mundo pertenece a Dios, habrá en nuestras vidas un nuevo sentido de responsabilidad y una nueva capacidad de aceptación; porque todo es de Dios y está en Sus manos.
A través de la Biblia, la confianza en Dios descansa sobre lo que él ha revelado acerca de su carácter y propósitos.  En el NT, donde la fe en Dios se define como confianza en Cristo, el reconocimiento de que Jesús es el Mesías prometido y el Hijo de Dios encarnado se toman como básicos.  La frecuencia con que las epístolas describen la fe como, conocimiento, creencia y obediencia a “la verdad”, demuestra que sus autores pensaban que la ortodoxia era el ingrediente fundamental de la fe. La fe descansa sobre el testimonio divino. Las creencias como tales, son convicciones que se mantienen sobre la base de un testimonio; no contienen evidencias en sí mismas.  La Biblia señala las convicciones de la fe como ciertas y la iguala con el conocimiento, no porque surja de una supuesta experiencia mística, sino porque descansan sobre el testimonio de un Dios que “no puede mentir” y que por lo tanto es completamente confiable. El testimonio de Cristo y de los apóstoles de Cristo, es el testimonio de Dios mismo; este testigo divinamente inspirado es el propio testigo de Dios, de tal manera que recibirlo es certificar que Dios es verdadero, y rechazarlo, es hacer a Dios un mentiroso.
La fe es un don sobrenatural y divino. La fe cristiana descansa sobre el reconocimiento del testimonio bíblico y apostólico en el que Dios mismo da testimonio de su Hijo.  El pecado y Satanás han cegado de tal manera a los hombres caídos, que no pueden discernir el testimonio apostólico de la Palabra de Dios, ni “ver” ni comprender las realidades del Dios que habla. No vienen y renuncian a sí mismo para confiar en Cristo, hasta que el Espíritu Santo les ilumine. Solamente los receptores de esta divina “enseñanza” “persuasión” y “ungimiento” vienen a Cristo y permanecen en él. A través de las Escrituras, el pueblo de Dios vive por fe; pero la idea de fe se desarrolla como revelación de la gracia y la verdad de Dios en  la que descansa. De diversas maneras, el AT define la fe como descanso, confianza y esperanza en el Señor, uniéndose a él, esperándole, haciendo de él nuestro escudo y fortaleza, refugiándonos en él, etc.; 
Los salmistas y profetas, hablando en términos individuales y nacionales respectivamente, presentan la fe como confianza en Dios que salva a sus siervos de sus enemigos y que cumple el declarado propósito de bendecirles. La tenacidad heroica por la que los creyentes del AT manifestaron su fe como un modelo que los cristianos debemos  imitar. Aquí se declara la continuidad y también la novedad; porque la fe al recibir una nueva expresión de Dios en las palabras y hechos de Cristo, ha llegado a ser un conocimiento de la salvación presente. Los evangelios muestran a Cristo demandando confianza en sí mismo como portador de la salvación mesiánica. Cristo mismo dice que la fe es un poder capaz de mover montaña.
La fe que honra a Dios confía en sus palabras y vive en esperanza y obediencia en el presente, esperando que cumpla sus promesas. La fe trae consigo sufrimiento y persecución de varias maneras. La fe tiene que ver con las cosas futuras (que se esperan) y las invisibles (que no se ven). La fe es estar seguro de los hechos que no se ven. Es la forma de “probar” las realidades invisibles tales como la existencia de Dios, su fidelidad a su palabra y su control sobre nuestro mundo y de todo lo que ocurre en él. La fe en Dios como él creador de todo lo que existe es fundamental para la visión bíblica de la realidad. ¡Amén!


No hay comentarios:

Publicar un comentario