(Hebreo 11:1-3)
“Es, pues, la fe la certeza de
lo que se espera, la convicción de lo que no se ve. Porque por ella alcanzaron
buen testimonio los antiguos. Por la fe entendemos haber sido constituido el
universo por la palabra de Dios, de modo que lo que se ve fue hecho de lo que
no se veía”. La fe en Dios encierra una creencia correcta acerca de Dios. En el
hablar diario, la palabra fe generalmente significa una confesión de
proposiciones, o “creencias”. La fe es
confianza en Dios y un conocimiento de Su voluntad revelada. La fe no es un
puente que se eleva sobre aguas turbulentas, sino un paso a través de ellas.
Para encontrar este paso, y hallar el origen de cualquier dificultad, se
necesita perseverar en la oración y la alabanza. De esta forma se descubren los
propósitos de Dios.
Si seguimos los parámetros del
mundo puede ser que logremos facilidades, comodidades y prosperidad; pero si
seguimos los parámetros de Dios, lo más probable es que experimentemos dolores,
pérdidas y marginación. Aun así, el cristiano está convencido de que es mejor
sufrir con Dios que prosperar con el mundo. Debemos creer en el
Espíritu en vez de creer en los sentidos. Los sentidos nos conducen a escoger
los placeres del momento, pero el Espíritu nos dice que hay algo que vale mucho
más que los placeres. Por eso el cristiano cree al Espíritu más que a los
sentidos. Si creemos que este mundo pertenece a Dios, habrá en nuestras vidas
un nuevo sentido de responsabilidad y una nueva capacidad de aceptación; porque
todo es de Dios y está en Sus manos.
A través de la Biblia , la confianza en
Dios descansa sobre lo que él ha revelado acerca de su carácter y propósitos. En el NT, donde la fe en Dios se define como
confianza en Cristo, el reconocimiento de que Jesús es el Mesías prometido y el
Hijo de Dios encarnado se toman como básicos. La frecuencia con que las epístolas describen
la fe como, conocimiento, creencia y obediencia a “la verdad”, demuestra que
sus autores pensaban que la ortodoxia era el ingrediente fundamental de la fe. La
fe descansa sobre el testimonio divino. Las creencias como tales, son
convicciones que se mantienen sobre la base de un testimonio; no contienen
evidencias en sí mismas. La Biblia señala las
convicciones de la fe como ciertas y la iguala con el conocimiento, no porque
surja de una supuesta experiencia mística, sino porque descansan sobre el
testimonio de un Dios que “no puede mentir” y que por lo tanto es completamente
confiable. El testimonio de Cristo y de los apóstoles de Cristo, es el
testimonio de Dios mismo; este testigo divinamente inspirado es el propio
testigo de Dios, de tal manera que recibirlo es certificar que Dios es
verdadero, y rechazarlo, es hacer a Dios un mentiroso.
La fe es un don sobrenatural y
divino. La fe cristiana descansa sobre el reconocimiento del testimonio bíblico
y apostólico en el que Dios mismo da testimonio de su Hijo. El pecado y Satanás han cegado de tal manera
a los hombres caídos, que no pueden discernir el testimonio apostólico de la Palabra de Dios, ni “ver”
ni comprender las realidades del Dios que habla. No vienen y renuncian a sí
mismo para confiar en Cristo, hasta que el Espíritu Santo les ilumine.
Solamente los receptores de esta divina “enseñanza” “persuasión” y “ungimiento”
vienen a Cristo y permanecen en él. A través de las Escrituras, el pueblo de
Dios vive por fe; pero la idea de fe se desarrolla como revelación de la gracia
y la verdad de Dios en la que descansa. De
diversas maneras, el AT define la fe como descanso, confianza y esperanza en el
Señor, uniéndose a él, esperándole, haciendo de él nuestro escudo y fortaleza,
refugiándonos en él, etc.;
Los salmistas y profetas,
hablando en términos individuales y nacionales respectivamente, presentan la fe
como confianza en Dios que salva a sus siervos de sus enemigos y que cumple el
declarado propósito de bendecirles. La tenacidad heroica por la que los
creyentes del AT manifestaron su fe como un modelo que los cristianos
debemos imitar. Aquí se declara la
continuidad y también la novedad; porque la fe al recibir una nueva expresión
de Dios en las palabras y hechos de Cristo, ha llegado a ser un conocimiento de
la salvación presente. Los evangelios muestran a Cristo demandando confianza en
sí mismo como portador de la salvación mesiánica. Cristo mismo dice que la fe
es un poder capaz de mover montaña.
La fe que honra a Dios confía
en sus palabras y vive en esperanza y obediencia en el presente, esperando que
cumpla sus promesas. La fe trae consigo sufrimiento y persecución de varias
maneras. La fe tiene que ver con las cosas futuras (que se esperan) y las
invisibles (que no se ven). La fe es estar seguro de los hechos que no se ven.
Es la forma de “probar” las realidades invisibles tales como la existencia de
Dios, su fidelidad a su palabra y su control sobre nuestro mundo y de todo lo
que ocurre en él. La fe en Dios como él creador de todo lo que existe es
fundamental para la visión bíblica de la realidad. ¡Amén!
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