(Romanos
6:4)
“Porque somos sepultados juntamente
con él para muerte por el bautismo, a fin de que como Cristo resucitó de los
muertos por la gloria del Padre, así también nosotros andemos en vida nueva”. Podemos
gozar de nuestra nueva vida en Cristo porque estamos unidos a Él en su muerte y
resurrección. Nuestros malos deseos, nuestra esclavitud y amor al pecado
murieron con El. Ahora, unidos con El por la fe en su resurrección, tenemos una
comunión inquebrantable con Dios y la libertad de resistir el pecado. Nuestro
viejo hombre es nuestra vida antes de la conversión a Cristo, lo que éramos
antes de ser cristianos bajo el dominio irrestricto de la carne.
El cuerpo de pecado se refiere a
nuestra naturaleza pecaminosa, no al cuerpo humano. Nuestro "viejo
hombre", lleno de pecado, murió –fue destruido y ahora estamos libres de
su poder. Ser destruido no significa ser aniquilado, sino derrotado y privado
de poder. Debido a nuestra unión e identificación con Cristo, ya no estamos
atados a esos viejos motivos, deseos y metas carnales. “En cuanto a la pasada
manera de vivir, despojaos del viejo hombre, que está viciado conforme a los
deseos engañosos, y renovaos en el espíritu de vuestra mente, y vestíos del
nuevo hombre, creado según Dios en la justicia y santidad de la verdad”
(Efesios 4:22-24). Ahora somos personas espirituales.
El término "espiritualidad"
significa "espíritu" o estilo de vida espiritual. Se requiere
"vivir en espíritu" lo que uno es y hace. Para el cristiano, se trata
de la vida "espiritual", es decir, de una vida que se requiere vivirla
en una autentica realidad, autenticidad y profundidad, según las mociones del Espíritu
Santo. La vida espiritual es un camino o proceso de santidad o de perfección,
que se traduce en actitudes de fidelidad, generosidad y compromiso vital con
Dios.
La vida interior, que tenemos desde el
momento en que adquirimos un desarrollo consciente más o menos autónomo, no
llega a ser vida espiritual hasta el momento en que nuestra vida interior se
desarrolla, no en el aislamiento, sino, por el contrario, en la conciencia de
una realidad espiritual. M. Buber, judío y cuyo pensamiento nutre la
espiritualidad de los hassidim, señala que el judaísmo está penetrado por el
eco vibrante de la gran experiencia de los profetas.
Dios, el Dios de Israel, el Dios de la
Biblia, el Dios y Padre de nuestro Señor Jesucristo, es precisamente ese Dios,
y el único que puede ser para nosotros no un él impersonal, sino un tú, es
decir, verdaderamente alguien con quien tenemos una relación espiritual. Él es
ese tú porque se nos ha manifestado –revelado. No ha esperado que nosotros
tomásemos la decisión para encontrarnos con él, sino que ha sido Dios quien ha
tomado la iniciativa de revelarse. La espiritualidad cristiana consiste en una
vida espiritual en la que nuestra vida más íntima, más personal, florece
gracias al desarrollo de la relación personal que Dios quiere establecer con
nosotros al hablarnos en Cristo.
La fe cristiana proclama que Dios es
Padre, Hijo y Espíritu, y que Espíritu Santo es la fuente y el alma de toda vida
espiritual, que nunca podremos reducir esta vida a lo puramente psicológico. La
espiritualidad cristiana es una vida en el Espíritu Santo, que está presente y
actúa en cada uno de los fieles. La espiritualidad cristiana consiste en una
vida espiritual en la que nuestra vida más íntima, y personal, florece gracias
al desarrollo de la relación personal que tenemos con Dios; el Señor ha querido
establecer esta relación con nosotros en Cristo y por medio de Cristo.
El amor es el eje conductor de la
reciprocidad y la comunión, sin las que
no hay espiritualidad auténticamente cristiana. Dios está esperando y llamando,
para que pasemos a tener confianza en él y una entrega completa a Su plan de
salvación.
Lo importante es adentrarse
decididamente en esa "vida nueva", que es don de Dios, para llegar a
ser el "hombre nuevo", se requiere estar "revestido de
Cristo". “Porque todos los que habéis sido bautizados en Cristo, de Cristo
estáis revestidos” (Gálatas 3:27). Lo que enseña el Espíritu confirma la
autoridad de Cristo; además, glorifica a Cristo en todo lo que hace. El
verdadero ministerio del Espíritu Santo nunca sirve objetivos privados. Por el
contrario, trabaja en los creyentes, y a través de los creyentes, y nunca se
exalta a sí mismo, sino que continuamente glorifica a Cristo, quien a su vez
glorifica al Padre. “El me glorificará; porque tomará de lo mío, y os lo hará
saber” (Juan 16:14). El Espíritu Santo enriquecerá el conocimiento de las cosas
espirituales y su vida de oración. La verdad a la que nos guía el Espíritu
Santo es la verdad acerca de Cristo. El Espíritu nos ayuda a discernir entre el
bien y el mal.
Los valores del mundo a menudo se
oponen a los valores de Dios. Esto puede hacer que los cristianos tengan la
sensación de estar fuera de ambiente. Pero aun cuando la vida sea difícil
ahora, un día nos regocijaremos. ¡Mantenga la vista puesta en el futuro y en
las promesas de Dios!¡Amén!
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