Todos
los que viven una vida en comunión con Dios, están continuamente a salvo bajo
su protección y, por lo tanto, pueden disfrutar siempre de una gran serenidad
mental y emocional. El verdadero creyente habita al abrigo del Altísimo; está
continuamente en la morada de Dios, y descansa en Él, porque Dios es su lugar
de reposo. El creyente sirve a Dios de corazón y le adora dentro del velo, es
decir, en el lugar santísimo; por eso los creyentes tienen el privilegio de
morar bajo la sombra del Omnipotente; Dios les sirve de refugio y cobertura. Los
idólatras llamaban a sus ídolos mauzzim, [fortalezas inexpugnables], pero en
esto se engañan a sí mismos, pues sólo los que hacen de Dios su fortaleza están
a salvo de todo ataque del enemigo.
Los
verdaderos creyentes son preservados de peligros inminentes que pueden ser fatales. Esta promesa se extiende: A la
vida natural y se cumple con frecuencia cuando somos preservados de muchos
peligros que nos amenazan muy de cerca, y a la vida espiritual, que, por la
gracia de Dios, está protegida de las tentaciones de Satanás. Con su instinto
maternal, la gallina no sólo protege a sus polluelos, sino que los llama cuando
los ve en peligro para que vengan a protegerse bajo sus alas; no sólo los pone
seguro, sino que les da calor. Dios se
complace en compararse a una gallina por el sumo cuidado con que protege a los
suyos. “Escudo y adarga es su verdad”: la fidelidad a su promesa es una fuerte
defensa. Dios está dispuesto a proteger a su pueblo como una gallina a sus
polluelos, pero tiene poder para guardarlos, protegerlo y librarlos como un
guerrero bien armado. No sólo los guardará del mal, sino también del temor al
mal. Con su gracia, Dios nos guarda del temor en medio de los mayores peligros:
“En el amor no hay temor, sino que el perfecto amor echa fuera el temor; porque
el temor lleva en sí castigo. De donde el que teme, no ha sido perfeccionado en
el amor” (1 Juan 4:18). Podemos
resolver nuestros temores concentrándonos en su amor inmensurable. Su amor
calmará nuestros temores y nos dará confianza.
La
sabiduría te preservará de tener miedo sin motivo, y la fe de tener un temor
desordenado. No temerás ni aun a las saetas, sabiendo que, aun en el caso de
que te alcancen, no te pueden hacer daño; si alguna vez llegan a quitarte la
vida natural, lejos de perjudicar tu vida espiritual, te servirá de perfección
y corona. Los creyentes serán preservados, de las calamidades comunes: “Caerán
a tu lado mil, y diez mil a tu diestra, mas a ti no llegará”, Aun cuando veamos
morir a muchos en nuestro entorno, no tenemos por qué estar atemorizados, pues
no estamos ya sujetos a esclavitud, como muchos, por temor a la muerte.
El
salmista asegura a los creyentes que están bajo la protección de Dios, y habla
por su propia experiencia; Describe el carácter de quienes tendrán el beneficio
y el consuelo de tales promesas. Los beneficiarios son los que han puesto a
Dios por refugio; al Altísimo, por morada, porque al permanecer en amor,
permanecen en Dios.
Es
nuestro deber tener a Dios por morada, eso es lo que Él desea y a eso nos invita.
Para animarnos a hacer de Dios nuestra habitación y esperar hallar en El
refugio y satisfacción, el salmista da a entender, en un inciso, el consuelo y
beneficio que él había hallado. Como diciendo: “Allí hay sitio para ti, como lo
hay para mí”. Las promesas de Dios son seguras para aquellos que han puesto al
Altísimo por su habitación). No importa lo que le pase, nada puede dañarles.
El
Señor de los ángeles, el que les dio el ser y les ordena lo que han de hacer,
les ordenará que te guarden a ti, ellos te guardarán en todos tus caminos, es
decir, en las diversas actividades de tu vida cotidiana. El salmista cita los animales que simbolizaban
los mayores peligros (“el león... el áspid... el dragón”) para designar con
ellos todo peligro posible. Cristo ha quebrantado la cabeza de la serpiente (Génesis
3:15) y ha despojado a nuestros enemigos: “y despojando a los principados y a
las potestades, los exhibió públicamente, triunfando sobre ellos en la cruz” (Colosenses
2:15). Pero en su muerte, Cristo sobrepasó la autoridad y posición de cualquier
ángel. Así que, antes que asustarnos o adorarlos, debemos verlos como
gobernantes depuestos. Pablo no quiso faltarle el respeto a los ángeles, pero
demostró que ellos no son comparables con Jesucristo. El complot de Satanás es
hacernos dudar de la buena voluntad de Dios hacia nosotros. La Providencia tiene un cuidado especial para
que no nos dañen las fieras y aun para que hallemos los medios de domesticarlas.
Dios no elimina todas
nuestras dificultades cuando lo seguimos y nuestro buen comportamiento no
siempre es recompensado con prosperidad. ¡Amén!