“Y
Jehová dijo a Caín: ¿Dónde está Abel tu hermano? Y él respondió: No sé. ¿Soy yo
acaso guarda de mi hermano? Y él le dijo: ¿Qué has hecho? La voz de la sangre
de tu hermano clama a mí desde la tierra. Ahora, pues, maldito seas tú de la
tierra, que abrió su boca para recibir de tu mano la sangre de tu hermano. Cuando
labres la tierra, no te volverá a dar su fuerza; errante y extranjero serás en
la tierra”. Una de las historias más tristes de toda la Biblia es cuando Caín
mata a Abel, su hermano. Caín no tenía una relación correcta con Dios. El Señor
no ocupaba el primer lugar en su vida. Él no aceptó la advertencia de Dios, en vez
de oír a Dios, se dejó dominar por el pecado. Caín no tenía una relación
correcta con su hermano, se molestó [se llenó de celos] por los logros de su
hermano, alimentó su resentimiento contra su hermano y no le dio ningún valor a
la vida de su hermano. Caín planeó cuidadosamente la muerte de su hermano.
La
violencia es el tipo de interacción humana que se manifiesta en aquellas
conductas o situaciones que, de forma deliberada, aprendida o imitada, provocan o amenazan con hacer daño o
sometimiento grave (físico, sexual, verbal o psicológico) a un individuo o a
una colectividad; o los afecta de tal manera que limita sus potencialidades
presentes o las futuras. Vivimos en una sociedad muy violenta donde ocurren
crímenes horrendos. Solo a través de Jesucristo podemos tener una relación correcta
con Dios y con nuestros hermanos para no ser los causantes de la destrucción o
de la muerte de una vida.
Fuera
del jardín, el hombre tiene la responsabilidad de expresar su lealtad, gratitud
y dependencia de Dios en la adoración. Las ofrendas y sacrificios son, en esta
ocasión, el instrumento para exteriorizar la adoración. Caín y Abel personal y
voluntariamente adoran a Dios con el producto propio de su trabajo. Como la
adoración consiste en la ofrenda o sacrificio más la actitud del corazón, Dios
se agrada de la ofrenda de Abel, pero no de la de Caín. Al responder a la adoración
Dios tiene en cuenta la actitud y la vida completa del adorador. Caín usa su
ofrenda para competir con su hermano y para tratar de manipular a Dios y ante
el rechazo se enoja grandemente y lo expresa visiblemente. Caín reaccionó
violentamente al darse cuenta que Dios ni siquiera había mirado la ofrenda que
él le había presentado.
El
enojo es un sentimiento completamente negativo en la vida del ser humano. La
calidad de nuestras relaciones depende mucho del manejo que le demos a este
sentimiento y a todas sus expresiones progresivas. Debemos tener en cuenta que Dios
prohíbe cualquier clase de violencia y ultraje en contra del prójimo. El hombre
ha sido creado a imagen y semejanza de Dios. El Señor valora la vida humana; no se puede cometer un acto de violencia
contra una persona, sin cometerlo también contra Dios. La violencia verbal,
psicológica o física es un irrespeto y un ultraje a Dios, a cuya imagen ha sido
creado el hombre.
Con toda premeditación, ventaja y
violencia, Caín dio muerte a su hermano Abel. Interrogado por Dios sobre su
pecado, Caín mintió y no acepto el juicio de Dios, sino que protestó con
vehemencia. Las personas violentas a menudo se consideran como la víctima. La
actitud de Caín es la de una persona inocente, que no ha hecho absolutamente
nada. Caín no sabe arrepentirse ni pedir perdón, pero le preocupa que alguien
desee matarlo.
Vivimos en un mundo violento, lleno de
personas sanguinarias y abusadoras. Una de las cosas que nuestro Señor
Jesucristo condena con más énfasis es precisamente la violencia. “Oísteis que fue dicho a los antiguos: No
matarás; y cualquiera que matare será culpable de juicio. Pero yo os digo que
cualquiera que se enoje contra su hermano, será culpable de juicio; y
cualquiera que diga: Necio, a su hermano, será culpable ante el concilio; y
cualquiera que le diga: Fatuo, quedará expuesto al infierno de fuego” (Mateo
5:21-22).
No solo es culpable el hombre que comete un
asesinato; también el que se enoja con su hermano sin motivo será juzgado y no
solo juzgado, sino que será hallado culpable delante de Dios. Para el mundo,
una persona es una buena persona si no hace lo que está prohibido porque al
mundo no le concierne juzgar los pensamientos ni las intenciones del corazón.
Pero este no es el nivel al que hemos sido llamados por Dios. Hay una parte de
nosotros que es atraída al bien, y otra parte de nosotros que es atraída al
mal. Mientras las cosas son así, se está librando una batalla en nuestro
interior.
Para Platón, existía siempre un conflicto
en la vida, entre las exigencias de las pasiones y las exigencias de la razón.
La razón es la rienda que mantiene sujeta (bajo control) a las pasiones. Pero
el hombre puede bajar la guardia un instante, ¿y qué sucederá entonces?
Mientras exista esta tensión interior, este conflicto interior, la vida es
insegura. En el nivel del Espíritu el deseo debe ser eliminado. En este nivel
espiritual, sólo Dios puede juzgarnos. Nosotros no vemos nada más que las
acciones exteriores de una persona; sólo Dios ve los secretos del corazón. “En
la ira del hombre no obra la justicia de Dios”. La ira se manifiesta a través
de palabras insultantes.
Las Escrituras prohíben llamar a las
personas “raca”, esto es, idiota, sin sentido, tonto, imbécil, cabeza-hueca
etc. El desprecio es contrario al espíritu de Cristo. El desprecio puede surgir
de la casta, cursilería, posición, dinero, conocimiento etc. No deberíamos
nunca mirar con desprecio a una persona que ha sido creada a imagen y semejanza
de Dios pero además es una persona por la que Cristo murió. “Pero ahora dejad
también vosotros todas estas cosas: ira, enojo, malicia, blasfemia, palabras
deshonestas de vuestra boca” (Colosenses 3:8). Jesús prohíbe
llamar a nuestros hermanos “moros”. “Moros”
quiere decir tonto, necio moral etc. Es el hombre que se hace el tonto. El
salmista habla del necio que ha dicho en su corazón “no hay Dios” (Salmo 14:1).
¡Amén!
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