“Vosotros también, poniendo
toda diligencia por esto mismo, añadid a vuestra fe virtud; a la virtud,
conocimiento; al conocimiento, dominio propio; al dominio propio, paciencia; a
la paciencia, piedad; a la piedad, afecto fraternal; y al afecto fraternal,
amor. Porque si estas cosas están en vosotros, y abundan, no os dejarán estar
ociosos ni sin fruto en cuanto al conocimiento de nuestro Señor Jesucristo.
Pero el que no tiene estas cosas tiene la vista muy corta; es ciego, habiendo
olvidado la purificación de sus antiguos pecados”. Una persona que no crece en
estas virtudes puede recaer en sus antiguos pecados. Pero si compartimos la
vida de Dios, seremos más productivos y buscaremos siempre desarrollar un carácter
cada vez más delicado y semejante al carácter de Cristo. La conexión entre la
vida cristiana práctica y el desarrollo del conocimiento es vital para nuestra
perseverancia en la fe. La perseverancia es la capacidad de aferrarse a la meta
que tenemos a pesar de la oposición, persecución y circunstancias adversas. No
debemos ser ciegos a las gloriosas posibilidades de desarrollo espiritual que
existen en Cristo y que tenemos a nuestra disposición. Demostremos la realidad
de nuestra propia posición delante de Dios. De este modo seremos guardados del
fracaso en esta vida y recibidos con entusiasmo en el reino de Dios.
El creyente da evidencias de su
salvación creciendo en las virtudes morales identificadas por Pedro en estos
versículos. Una persona que no crece en estas virtudes puede recaer en sus
antiguos pecados. Pedro no nos sugiere que la salvación es por las obras, pero nos
exhorta a vivir de tal manera que nuestra elección se revele como algo
absolutamente seguro. Pedro nos dice que podemos participar de la naturaleza
divina, la cual se eleva por encima del espíritu corrupto y divisivo del mundo.
La fe tiene que ser algo más que creer en hechos ciertos; debe traducirse en
acción, en el desarrollo de un carácter cristiano y en la práctica de una disciplina
moral, o simplemente desaparecerá. Pedro hace una lista de varios actos de fe:
aprender a conocer mejor a Dios, cultivar la paciencia, hacer la voluntad de
Dios, amar a los demás. Esos actos no se producen automáticamente; requieren de
un arduo trabajo. No son opcionales; deben de ser parte constante de la vida
cristiana. No terminamos con uno para luego empezar con el otro sino que debemos
ocupamos de todos juntos, al mismo tiempo. Dios nos capacita y autoriza, pero también
nos da la responsabilidad de aprender y crecer. No debemos sorprendernos ni
resentirnos por este proceso.
La Biblia está escrita para los
pecadores, para aquellos que debido a su estado de muerte espiritual tienen su mente
y comprensión oscurecida, están alienados [enajenados] de la vida de Dios,
condición que conduce naturalmente a la práctica de toda clase de
comportamiento malvado. Los primeros
cristianos habían sido idólatras y adoradores de demonios, adúlteros,
mentirosos y ladrones.
Tenemos la necesidad de vivir
una vida caracterizada por la excelencia moral: Debido a que la humanidad es
nacida en pecado y su tendencia natural está dirigida hacia la degeneración
moral y a toda obra maligna y no hacia la excelencia moral o la virtud. En términos simples, la ausencia de virtud
conduce a la decadencia y a la destrucción de la sociedad. Desde el asesinato de Abel, la historia está
cargada de ilustraciones no sólo de tiranos asesinos como Hitler, sino de
personas con una conducta traicionera, adúltera y mentirosa en nuestras propias
naciones. La verdad plena, es que cuando las naciones se alejan de la verdad
moral y de los absolutos de la Biblia, adoptan el tipo de conductas de las que
habla Isaías (Isaías 5:3-23). Dios
esperaba que Israel y Judá fuesen un pueblo obediente, santo y dispuesto a dar
testimonio de su fe. En vez de eso, la gente produjo frutos de engaño,
injusticia e idolatría, en lugar de dar testimonio a las naciones vecinas; y
ello a pesar del amor y las bendiciones recibidas de parte de Dios.
En estos versículos, el profeta
declara una serie de maldiciones (versículos 8-23) sobre la casa degenerada de
Judá. Cada maldición describe la
naturaleza del pecado de Judá como la base del juicio divino. La lista se parece a los titulares de los
periódicos de hoy y nos enseña que la falta de virtud moral en la vida privada
de una persona, siempre conlleva consecuencias públicas. Isaías describe la
forma patética cómo Judá alteró los preceptos morales de lo que era bueno y lo
que era malo en su búsqueda de un modo de vida centrado en sí misma, a expensas
de otros. Por supuesto, que el efecto fue una ruptura moral que llevó a la
injusticia, a condiciones extremas y crímenes espantosos. Esta condición se
veía desde los líderes hasta el hombre común.
Tocó a toda la sociedad de Judá como en nuestros días.
Somos llamados a hacer una
distinción de la voluntad moral de Dios, que por supuesto, debe tocar cada una
de las áreas de la vida cristiana. Pero
es importante reconocer que por excelencia moral, no estamos simplemente
hablando acerca de una lista de tabúes o sobre pecados tales como el adulterio,
fornicación, ebriedad, mentira, murmuración, robo y engaño. La excelencia moral significa la
búsqueda de la voluntad moral de Dios en
cada una de las áreas de la vida. Esto
incluye valores, actitudes, prioridades, metas o propósitos, devoción y un
carácter a la semejanza de Cristo en el hogar, en la oficina, en la iglesia y
también en los lugares de esparcimiento.
La virtud moral es algo que debe caracterizar al cristiano en cualquier
parte y en todo lo que hace.
Pedro dice: Primero, con el énfasis
que pone en “el conocimiento de Dios” y en “Sus preciosas promesas”, la Palabra
claramente llega a ser la fundación y el instrumento para la protección de las
cualidades de un carácter semejante al de Cristo. Segundo, Pedro nos llama a
hacer todo el esfuerzo posible para el desarrollo de estas cualidades. Tercero,
esto va seguido por una sección que podríamos definir como motivación y como
realización fructífera o productiva, la realización de nuestra salvación en una
vida con frutos y recompensas eternas. Esto es muy importante porque, como el
resto del libro lo deja muy claro, estamos viviendo días de intensa apostasía,
lo que significa apatía, centrarse en sí mismo, enseñanzas falsas y errores
doctrinales y morales. La falsa doctrina
y las opiniones humanas, conducen siempre a la corrupción moral y no a la
excelencia moral. Esto versículos
conforman dos secciones: (a) recordar —necesidad de recordar lo que se les ha
enseñado como protección en contra del olvido y (b) justificación —la defensa
de este énfasis a través del hecho y de la naturaleza de la inspiración. ¡Amén!
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