“Mas vuestros ojos han visto
todas las grandes obras que Jehová ha hecho”. Lo que nuestros ojos han visto en
la presencia divina, especialmente nuestras primeras experiencias, deberían
afectarnos, y hacernos cada vez mejores cristianos en la medida en que pasa el
tiempo. Dios nos bendecirá con abundancia si nosotros lo amamos y le servimos. Pero
cuando existe un letargo en el pueblo de Dios el cumplimiento de las promesas
de Dios se detiene y el trabajo de los siervos de Dios se hace difícil e
insoportable. Es difícil trabajar donde no hay nada de la presencia de Dios
cuando existen condiciones así, es necesario que se habrán los cielos. 1.-
Necesitamos que nuestros corazones sean llenos de la palabra de Dios. Sin las
Escrituras no hay buenas costumbres, ni buenos pensamientos, ni buenos afectos,
ni buenos principios en el corazón. 2. – Nuestros ojos deben fijarse siempre en
la palabra de Dios para que sea ellas la que iluminen nuestros caminos. 3.-
Nuestra lengua debe ser usada por la palabra de Dios. Si obedecemos el llamado de
Dios al arrepentimiento, a la fe en Cristo y a una renovación del corazón y de vida: seremos bendecidos. Recibamos con gratitud las buenas noticias; y no
endurezcamos nuestro corazón y escuchemos la voz de Dios.
“¡Oh, sí rompieses los cielos,
y descendieras, y a tu presencia se escurriesen los montes, como fuego
abrasador de fundiciones, fuego que hace hervir las aguas, para que hicieras
notorio tu nombre a tus enemigos, y las naciones temblasen a tu presencia!”
(Isaías 64:1-2). La felicidad del pueblo de Dios está unida a lo que Dios ha
destinado para nosotros. Nuestro destino es espiritual y no puede ser
comprendido por la inteligencia humana. Es tiempo de aferrarse por la fe a las
promesas que el Señor nos ha hecho. Es el momento de aferrarse de Él, y de orar
fervientemente para que Dios cuide de
nosotros y no se aparte de nuestras vidas. Se puede demorar la respuesta a
nuestras oraciones por un poco de tiempo, pero al final, Dios responderá a los que
invocaron su nombre y esperan en Su misericordia.
Necesitamos que Dios haga a
favor nuestro las mismas cosas que hizo a favor de la iglesia primitiva. No
podemos oír con el oído físico, sólo con el auxilio del Espíritu Santo podemos
“percibir” con el “corazón” el sentido espiritual de los actos de Dios. Cuando
hay presencia de Dios, el Espíritu Santo nos revela no solo los poderosos
hechos del pasado realizados por Dios sino también las maravillas del presente;
cosas que ningún ojo vio ni oído oyó jamás. Estas cosas estaban totalmente
ocultas de la sagacidad humana cuando los profetas las predijeron y no fueron
comprendidas por ellos ni creídas por la nación de Israel. Es después de la
venida del Mesías que podemos entenderla por la enseñanza interior del
Espíritu.
“Y nosotros no hemos recibido el espíritu del
mundo, sino el Espíritu que proviene de Dios, para que sepamos lo que Dios nos
ha concedido, lo cual también hablamos,
no con palabras enseñadas por sabiduría humana, sino con las que enseña el
Espíritu, acomodando lo espiritual a lo espiritual (1 Corintios 2:12-13). En
las múltiples crisis de la vida, a veces alzamos nuestros ojos a Dios y
anhelamos su presencia. Buscamos así una respuesta o una solución. La presencia
de Dios en nuestras vidas nos garantiza que él responderá a nuestras
necesidades. Su presencia es de gran bendición para cada uno de nosotros. Dios
no se esconde de nosotros, él siempre está disponible para escuchar nuestras
plegarias. Los que creemos en el Mesías y en las Escrituras podemos creer en
Dios. El está al lado de los que lo buscan y promete darle grandes bendiciones
a cada uno de sus hijos. Podemos regocijarnos al saber que Dios nos ama, nos
escucha y nos socorre. Dios no permanecerá airado para siempre; los cielos se
romperán y su Espíritu descenderá con poder y gran gloria sobre el verdadero
pueblo de Dios. “Nadie hay que invoque tu nombre, que se despierte para
apoyarse en ti; por lo cual escondiste de nosotros tu rostro, y nos dejaste
marchitar en poder de nuestras maldades” (Isaías 64:7).
Si entendiéramos la
intervención de Dios como una expresión de su misericordia, de su bondad, de su
compasión y de su gran amor; comprenderíamos la necesidad que tenemos de buscar
a Dios. Apelemos con fe y confianza al carácter paternal de Dios. Podemos
captar el mensaje espiritual, reconociendo la venida del Mesías a nuestros
corazones tanto en el momento de nuestra conversión como en muchas de nuestras
experiencias espirituales. Jesús vino y cumplió su misión en la tierra y nos
dejó con la responsabilidad de llevar su mensaje a todos los que no han tenido la
oportunidad de escuchar y aceptarlo. Esto es un desafío que nos mantendrá
ocupados hasta que él venga por segunda vez. Ningún poder del infierno ni terrenal
puede impedir el mover del Espíritu Santo. Satanás ha descendido en estos
últimos días con gran ira pero ni Satanás ni los demonios ni ningún poder
terrenal pueden asaltar a la iglesia si el Espíritu Santo está en ella. ¡Que se
habrán los cielos! ¡Amén!
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