¿Cómo crece usted en la madurez
cristiana? ¿Cuáles son las bendiciones del crecimiento cristiano? En el curso
ordinario de la vida cristiana crecer implica una continua santificación, y es
algo en lo que el Nuevo Testamento nos anima para que prestemos atención y nos
esforcemos en conseguirlo. La santificación tiene un comienzo definido; y es en
ese comienzo que tiene lugar un cambio moral en nuestra vida, es decir, la santificación
la comenzamos a experimentar cuando somos regenerados. Habiendo nacido de nuevo
no podemos continuar pecando; nuestros hábitos y estilos de vidas cambian,
porque el poder de la nueva vida espiritual está dentro de nosotros y nos
guarda para que no cedamos al pecado. Ese cambio moral inicial es la primera
etapa en la santificación. Es un cambio moral que trae una nueva realidad a
través de la regeneración. Cuando lo vemos desde ese punto de vista, lo vemos
también como la primera etapa de la santificación. Pablo se refiere a los cristianos
como los que tienen “herencia entre todos los santificados”.' Este paso inicial
en la santificación involucra un rompimiento definido con el poder dominante
del pecado, de manera que el creyente ya no está más controlado o dominado por
el pecado. Pablo dice: “De la misma manera, también ustedes considérense
muertos al pecado, pero vivos para Dios en Cristo Jesús... Así el pecado no
tendrá dominio sobre ustedes, porque ya no están bajo la ley sino bajo la
gracia” (Romanos 6:11, 14). En este contexto, estar muerto al pecado o ser
liberado del pecado involucra “poder espiritual” para vencer las acciones o
pautas del comportamiento pecaminoso en nuestra vida. Romper con el pecado,
involucra una reorientación de nuestros deseos de manera que ya no tenemos una
inclinación dominante hacia el pecado. Pablo sabe que sus lectores fueron
antiguos esclavos del pecado (como lo son todos los incrédulos), ahora dice que
ellos ya no son esclavos.
La santificación va aumentando
a lo largo de la vida. Aunque se habla de un comienzo definido de la
santificación, también se ve como un proceso que continúa a lo largo de nuestra
vida cristiana. Todos los autores del NT tenían la expectativa de que nuestra
santificación aumentara a lo largo de nuestra vida cristiana. Puesto que la
santificación es sobre todo una obra de Dios, es apropiado que Pablo orara
diciendo: “…, el Dios de paz, los santifique por completo” (1 Tesalonicenses 5:23).
Una de las funciones específicas de Dios el Padre en la santificación es
disciplinar a sus hijos (Hebreos 2:5-11). Pablo les dice a los filipenses: “Pues
Dios es quien produce en ustedes tanto el querer como el hacer para que se
cumpla su buena voluntad”. El autor de la carta a los hebreos nos dice: “El
Dios de paz... los capacite en todo lo bueno para hacer su voluntad. Y que, por
medio de Jesucristo, Dios cumpla en nosotros lo que le agrada…” (Hebreos
13:20-21).
La parte que nosotros cumplimos
en la santificación es tanto pasiva, como activa en la cual nos esforzamos por
obedecer a Dios y dar los pasos necesarios que van a incrementar nuestra santificación.
Lo que podemos llamar el papel “pasivo” que nosotros tenemos en la
santificación lo vemos en los textos que nos animan a confiar en Dios y a orar
pidiéndole que nos santifique. Pablo se da cuenta que dependemos de la obra del
Espíritu Santo para crecer en santificación, porque él dice: “Si por medio del
Espíritu dan muerte a los malos hábitos del cuerpo, vivirán” (Romanos 8:13). Reconoce
aquí que es por “medio del Espíritu” que somos capaces de hacerlo. ¡Pero
también nos dice que nosotros debemos hacerlo! ¡No le manda al Espíritu Santo
que dé muerte a los malos hábitos del cuerpo, sino al cristiano! Del mismo
modo, Pablo les dice a los filipenses: “Así que, mis queridos hermanos, como
han obedecido siempre… lleven a cabo su salvación con temor y temblor, pues
Dios es quien produce en ustedes tanto el querer como el hacer para que se
cumpla su buena voluntad” (Filipenses 2:12-13). Tenemos que apartamos “de la
inmoralidad sexual” porque “la voluntad de Dios es que seamos santificados” (1 Tesalonicenses
4:3). Juan dice que los que tienen la esperanza de ser semejantes a Cristo
cuando él aparezca trabajarán activamente en la purificación de su vida: “Todo
el que tiene esta esperanza en Cristo, se purifica así mismo, así como él es
puro” (1 Juan 3:3).
Pablo les dice a los corintios
que “huyan de la inmoralidad sexual” (1 Corintios 6:18), y no se unan “en yugo
con los infieles” (2 Corintios 6:14). Luego les dice: “purifiquémonos de todo
lo que contamina el cuerpo y el espíritu, para completar en el temor de Dios la
obra de nuestra santificación” (2 Corintios 7: 1). Esta clase de lucha por la
obediencia y por la santidad puede exigir un gran esfuerzo de nuestra parte,
porque Pedro les dice a sus lectores que se “esfuercen” por crecer en las características
que son conforme a la piedad (2 Pedro 1:5). Es importante que continuemos creciendo tanto
en la confianza pasiva en Dios para nuestra santificación y en nuestro esfuerzo
activo por la santidad y una mayor obediencia en nuestra vida. Si descuidamos
el esfuerzo activo que realizamos para obedecer a Dios, nos hacemos cristianos
pasivos y perezosos. Si descuidamos el papel pasivo de confiar en Dios y
entregarnos a él, nos hacemos orgullosos y excesivamente confiados en nosotros
mismos. Debemos mantener la fe y la diligencia en obedecer al mismo tiempo.
La santificación es por lo
general un proceso corporativo en el NT. Es algo que sucede en comunidad. Se
nos exhorta: “Preocupémonos los unos por los otros, a fin de estimulamos al
amor y a las buenas obras. No dejemos de congregamos, como acostumbran hacerlo
algunos, sino animémonos unos a otros, y con mayor razón ahora que vemos que
aquel día se acerca” (Hebreos 10:24-25). ¡Amén!
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