“Una mujer, de las mujeres de los hijos de los profetas, clamó a Eliseo,
diciendo: Tu siervo mi marido ha muerto; y tú sabes que tu siervo era temeroso
de Jehová; y ha venido el acreedor para tomarse dos hijos míos por siervos. Y Eliseo le dijo: ¿Qué te haré yo? Declárame
qué tienes en casa. Y ella dijo: Tu sierva ninguna cosa tiene en casa, sino una
vasija de aceite. Él le dijo: Ve y pide para ti vasijas prestadas de todos tus
vecinos, vasijas vacías, no pocas. Entra luego, y enciérrate tú y tus hijos; y
echa en todas las vasijas, y cuando una esté llena, ponla aparte. Y se fue la mujer, y cerró la puerta
encerrándose ella y sus hijos; y ellos le traían las vasijas, y ella echaba del
aceite. Cuando las vasijas estuvieron llenas, dijo a un hijo suyo: Tráeme aún
otras vasijas. Y él dijo: No hay más vasijas. Entonces cesó el aceite”. Una
deuda es una obligación que alguien tiene o debe de pagar. Es también una obligación
moral contraída con alguien. En Israel, no solo, se heredaban los bienes de una
personas, también se heredaban sus deudas.
Todas las familias tienen problemas. En esta familia vemos: que el padre
había muerto y había dejado una deuda pendiente para poder pagar esta deuda, la
madre estaba buscando una solución para evitar que sus hijos fueran vendidos
como esclavos. Ella no acudió al banquero ni al prestamista ni al brujo o a los
espiritistas de su tiempo. Ella acudió al siervo de Dios y de manea indirecta a
Dios mismo. Esta mujer obedeció al profeta y trabajo juntamente con sus hijos
para saldar la deuda que habían heredado. “Porque también cuando estábamos con
vosotros, os ordenábamos esto: Si alguno no quiere trabajar, tampoco coma” (2 Tesalonicenses
3:10). “Manda también estas cosas, para que sean irreprensibles; porque si
alguno no provee para los suyos, y mayormente para los de su casa, ha negado la
fe, y es peor que un incrédulo” (1 Timoteo 5:7-8). Como he dicho, todos tenemos
problemas y lo primero que debemos hacer es acudir a Dios en fe y obediencia.
Debemos trabajar duro y esforzarnos con paciencia y perseverancia hasta
encontrar una solución al problema. Dios es el único que transforma nuestra desesperación
en esperanza. Cuando somos amenazados por algo: por una tragedia económica, por
la enfermedad o la muerte, solo la intervención de Dios nos salvará. El poder
de Dios penetra la desesperanza y la rompe en pedazos. Dios tiene un interés especial
por ti y por todo aquel que cree a Sus palabras.
Aquí encontramos a una familia saliendo adelante en el peor momento de
su vida. Reitero una vez más: a todos nos llegan situaciones y momentos de
crisis, es precisamente en medio de esas situaciones que nos angustiamos y a
veces buscamos falsas soluciones. Eliseo sentía preocupación por la unidad y
felicidad de la familia y esto lo vemos en este pasaje y en otros textos de las
Escrituras. La condición socioeconómica, era difícil para esta viuda pero su fe
era firme en Jehová, el Dios de Israel. De manera sobrenatural el Señor la
abasteció de aceite, el único límite era el número de vasijas que pudiera
conseguir para embasarlo. Cuando vendió el aceite pudo pagar sus deudas y
mantener a su familia. Este acontecimiento ilustra muy bien cómo Dios nos otorga
su gracia. Dios nos ha provisto por medio de Cristo y del Espíritu Santo lo
suficiente para que podamos hacer frente a las necesidades presentes y futura. La
gracia de Dios nos libra de las deudas y esclavitud espiritual, y nos provee
todo lo necesario para que podamos vivir una nueva vida.
Juan dice que en Jesús Dios ha manifestado el “pleroma” de Su gracia y verdad,
y de todas sus virtudes y excelencias. “Porque de su plenitud tomamos todos, y
gracia sobre gracia” (Juan 1:16). Dios puede actuar de forma completamente
diferente con aquellos que vienen a Él por la fe, y esto únicamente sobre la
base del sacrificio propiciatorio de Cristo, no debido a que Dios ha cambiado,
sino debido a que él siempre actúa sobre la base de su inmutable justicia. “En
toda angustia de ellos él fue angustiado, y el ángel de su faz los salvó; en su
amor y en su clemencia los redimió, y los trajo, y los levantó todos los días
de la antigüedad” (Isaías 63:9). Cristo, por su muerte expiatoria, es el medio
por quien Dios muestra la misericordia de su gracia justificadora al pecador
que cree. Dios quien es propiciado por la vindicación de su carácter santo y
justo, por medio de la provisión que Él ha dispuesto en el sacrificio vicario y
expiatorio de Cristo, Él ha tratado de tal manera con el pecado que puede
mostrar misericordia al pecador que cree quitándole su culpa y remidiéndole de sus
pecados. Por medio del sacrificio propiciatorio de Cristo, todo aquel que cree
en Él es por ese acto sobrenatural liberado de la ira que justamente merecía, y
ahora puede entrar en una relación nueva con Dios por su gracia. ¡Amén!
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