diciembre 06, 2014

La audacia del Creyente

(1 Samuel 17:34-37)

“David respondió a Saúl: Tu siervo era pastor de las ovejas de su padre; y cuando venía un león, o un oso, y tomaba algún cordero de la manada, salía yo tras él, y lo hería, y lo libraba de su boca; y si se levantaba contra mí, yo le echaba mano de la quijada, y lo hería y lo mataba. Fuese león, fuese oso, tu siervo lo mataba; y este filisteo incircunciso será como uno de ellos, porque ha provocado al ejército del Dios viviente. Añadió David: Jehová, que me ha librado de las garras del león y de las garras del oso, él también me librará de la mano de este filisteo. Y dijo Saúl a David: Vé, y Jehová esté contigo”.
El cristiano audaz es aquel que busca la excelencia, la armonía, y la plenitud. Es una persona que forja su carácter respaldados por el regalo de la gracia de Dios. La gracia es lo que procede de Dios como un don para la salvación del ser humano. Sin la gracia divina es imposible realizarse ni alcanzar la plenitud. La gracia convierte al hombre en prudente, discreto, sagaz, cuerdo y sabio, valeroso, moderado, íntegro, feliz, digno de aplauso, y en una persona verdadera;  persona en la cual no hay engaño ni falsedad.
El cristiano audaz debe ser prudente, si no es prudente se convierte en una persona temeraria.  La prudencia es lo que nos permite actuar de forma justa, adecuada y cautelosa. Quienes son prudentes se comunican con los demás por medio de un lenguaje claro, literal, cauteloso y adecuado, y actúan siempre respetando los sentimientos, la vida y las libertades de las demás. “Todo hombre prudente procede con sabiduría; mas el necio manifestará necedad” (Proverbios 13:16). El hombre prudente sabe que cada decisión que tome en obediencia a la Palabra de Dios traerá orden a su vida, mientras que cada decisión que tome en desobediencia a los mandamientos divino traerá confusión y destrucción. Sus decisiones reflejarán su integridad y fidelidad a Dios. Su  obediencia le producirá un mayor nivel de seguridad y protección.
El creyente audaz debe ser discreto. La discreción es la reserva o cautela que tiene una persona para guardar un secreto o para no contar lo que se sabe y que no hay necesidad de que lo conozcan los demás. “La discreción te guardará; te preservará la inteligencia, para librarte del mal camino, de los hombres que hablan perversidades, que dejan los caminos derechos, para andar por sendas tenebrosas; que se alegran haciendo el mal, que se huelgan en las perversidades del vicio; cuyas veredas son torcidas, y torcidos sus caminos” (Proverbios 2:11-15). La discreción nos ayuda a discernir y diferenciar el bien del mal. Nos permite detectar los motivos malvados y perversos  en los demás. Cuando la practicamos, nos ayuda a evaluar las circunstancias y a seguir un curso de acción evitando las cosas negativas.
El creyente audaz debe ser sagaz. La sagacidad es de naturaleza intuitiva; es la perspicacia del talento sutil, que penetra hasta lo más difícil y confuso. El término sagaz se emplea para referirse a aquel individuo que sobresale por su astucia, previsión y prudencia, es decir, a la persona sagaz jamás se le anticiparán o lo sorprenderán las cosas, los sucesos, antes que ocurran, sabrá como tomar las previsiones pertinentes. La sagacidad, es la capacidad de previsión, astucia y prudencia que ostenta el individuo, es un atributo de la inteligencia que de ninguna manera es innato, es decir, hay individuos que la poseen y la cultivan mientras que otros no lo hacen. El libro de los proverbios se escribió: “Para dar sagacidad a los simples, y a los jóvenes inteligencia y cordura” (Proverbios 1:4). A través de todo el libro se puede sentir la urgencia del predicador. El sabe que se trata de la salvación o de la perdición de una vida. Por eso él se transforma en un heraldo de la sabiduría para evitar que los jóvenes se pierdan.
El creyente audaz debe de ser una persona cuerda. La cordura es la capacidad de pensar y obrar con prudencia, sensatez y juicio. Se refiere a un estado mental en el cual una persona es prudente y sensata. “Yo, la sabiduría, habito con la cordura, y hallo la ciencia de los consejos” (Proverbios 8:12). “Digo, pues, por la gracia que me es dada, a cada cual que está entre vosotros, que no tenga más alto concepto de sí que el que debe tener, sino que piense de sí con cordura, conforme a la medida de fe que Dios repartió a cada uno” (Romanos 12:3). Pablo nos invita a vivir con humildad y fe. Porque somos un cuerpo que está formado por varios miembros, cada uno con diferentes funciones, la Iglesia es un cuerpo, cada uno con funciones y responsabilidades individuales, pero todos estamos íntimamente relacionados en Cristo. No debemos considerarnos superior, ni tratar de disminuir el papel de otros.
El cristiano audaz rechaza el miedo, la pusilanimidad, la híper-timidez, el apocamiento, los escrúpulos excesivos y la duda. Debemos arrojar fuera de sí la cavilación y el torpor o letargo existencial. Dios nos está llamando a actuar con rapidez para que podamos alcanzar a esta generación con el mensaje de Cristo. El hombre audaz no recibe el sol en la cama. Vemos como las mayorías de cristianos hundidos en su sofá o cama pierden el tiempo buscando imágenes televisivas, en lugar de levantarse y buscar la presencia de Dios.
Necesitamos un robusto entusiasmo para las tareas espirituales que debemos realizar. Es tiempo de consagrarse porque nuestra labor exige un sentido de iniciativa, de energía valerosa y, sobre todo, de una sana confianza en el poder de Dios para que nos de fuerzas, porque nuestro trabajo no depende de las técnicas humanas sino del designio de Dios y de Su poder sobrenatural. ¡Amén!

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