diciembre 09, 2014

La naturaleza de la obsesión

(2 Samuel 13:1-2)

“Aconteció después de esto, que teniendo Absalón hijo de David una hermana hermosa que se llamaba Tamar, se enamoró de ella Amnón hijo de David. Y estaba Amnón angustiado hasta enfermarse por Tamar su hermana, pues por ser ella virgen, le parecía a Amnón que sería difícil hacerle cosa alguna”. Absalón tenía una hermana hermosa que se llamaba Tamar, ambos eran hijos de David y Maaca, hija de Talmai, rey de Gesur. Amnón era el hijo mayor de David, su madre era Ajinoam, mujer de David desde antes de él llegar a ser rey. Cada esposa de David tenía su propia casa y vivía en ella con sus hijos.
Aconteció después de esto, o sea después de haber terminado la guerra con los amonitas, que Amnón se enamoró de su hermana Tamar. Como David, Amnón puso su mirada en una mujer que la ley le prohibía tomar por esposa. Sin embargo este hombre tenía un desinterés total por los valores morales y religiosos, su preocupación era que Tamar le resultara difícil de seducir; tan angustiado estaba que se enfermó debido a su obsesión y preocupación. El mal consejo no tardó en llegar. Amnón no tardó en ejecutar el consejo que le había dado Jonadad su primo. En su corazón ya había concebido el pecado, su mente había sido influenciada y dominada totalmente por Satanás y por sus abominables deseos. No permita que un deseo arruine tu vida y las vidas de los miembros de tu familia.
La  obsesión es una perturbación producida por una idea, que con tenaz persistencia asalta la mente del individuo. Este pensamiento, sentimiento o tendencia está siempre en desacuerdo con el pensamiento consciente, y persiste más allá de los esfuerzos del hombre pecador por librarse de él. Es imposible vencer una obsesión sin las armaduras de Dios. “Pues aunque andamos en la carne, no militamos según la carne; porque las armas de nuestra milicia no son carnales, sino poderosas en Dios para la destrucción de fortalezas,  derribando argumentos y toda altivez que se levanta contra el conocimiento de Dios, y llevando cautivo todo pensamiento a la obediencia a Cristo, y estando prontos para castigar toda desobediencia, cuando vuestra obediencia sea perfecta” (2 Corintios 10:3-6). La obsesión tiene un carácter compulsivo y termina por adquirir una condición penosa y angustiante para quien la sufre. Cuando las obsesiones y las compulsiones se han hecho crónicas, se habla de una neurosis que perturba la vida normal del sujeto y que se transforma en un trastorno obsesivo-compulsivo.
Tamar le recordó a Amnón que forzarla era un acto que no se debía hacer en Israel, que tal acto era una vileza. Las palabras de Tamar indicaban la diferencia ética entre Israel y los demás pueblos; los cananeos no tenían una ley moral que prohibiera estos actos inmorales, su religión los obligaba a la inmoralidad, más bien, hacían orgías sexuales para complacer a los dioses de la fertilidad. Tamar trató que Amnón desistiera de su idea haciéndole ver que ella sufriría al llevar consigo esa deshonra y que él también padecería por cometer la ofensa; de acuerdo a la ley, los hermanos o medios hermanos que cometían incesto debían ser excluidos del pueblo. “Si alguno tomare a su hermana, hija de su padre o hija de su madre, y viere su desnudez, y ella viere la suya, es cosa execrable; por tanto serán muertos a ojos de los hijos de su pueblo; descubrió la desnudez de su hermana; su pecado llevará” (Levítico 20:17). Como última arma para defenderse, Tamar se ofrece en matrimonio a Amnón, quizás esperando que Amnón desistiera de su propósito. Amnón no escuchó ningún argumento de Tamar, sino que la forzó y la violó. Tanto se había obsesionado en conseguir su deseo que después de haber violado a Tamar, se llenó de odio contra ella, y la echó de su presencia.
La concupiscencia y el odio están muy relacionados. La lujuria lastima tanto al inocente como al culpable. David se enojó mucho, pero no castigó a Amnón como debió haberlo hecho, probablemente porque su propio pecado aún estaba fresco en la mente del pueblo. Sabía cuál era su deber, pero sus manos estaban atadas. Esto es lo que hace el pecado robarnos nuestra libertad moral, nos roba la libertad para actuar, hablar y testificar. En la verdadera y auténtica obsesión, la presencia y acción de Satanás es tan clara e inequívoca que nadie lo pone en duda.
La obsesión es un ataque del enemigo, que se esfuerza por entrar en la mente y en el corazón del individuo; el diablo se esfuerza por entrar en una plaza de la que todavía no es su dueño; es una plaza que él trata de conquistar pero que todavía no ha conquistado. La posesión—en cambio—es cuando el enemigo está morando en el corazón de la persona y la gobierna despóticamente. La obsesión puede ser interna o externa. La primera afecta las potencias y facultades del hombre interior, principalmente a la imaginación, provocando impresiones erradas. La segunda clase de obsesión afecta a los sentidos externos. La obsesión interna no se distingue de las tentaciones ordinarias; lo que las diferencias es su violencia y duración. Y aunque es muy difícil determinar exactamente hasta dónde llega la tentación y empieza la verdadera obsesión, sin embargo, cuando la turbación es tan profunda y la corriente de las pasiones carnales arrastra a la persona hacia el mal de una manera violenta e incontrolable se trata de una obsesión.
La obsesión, por violenta que sea, no priva al sujeto de su libertad, y con la gracia y el poder de Dios puede vencerla y salir victorioso. “¿Qué, pues, diremos a esto? Si Dios es por nosotros, ¿quién contra nosotros? El que no escatimó ni a su propio Hijo, sino que lo entregó por todos nosotros, ¿cómo no nos dará también con él todas las cosas?” (Romanos 8:31-32). Es necesario tener mucha discreción y perspicacia para distinguir la verdadera obsesión de un cúmulo de enfermedades nerviosas y desequilibrios mentales que se parecen pero que nos una obsesión. ¡Amén!

No hay comentarios:

Publicar un comentario