diciembre 02, 2014

La proximidad de Dios

(Juan 14:18)

“No os dejaré huérfanos; vendré a vosotros”. La proximidad de Dios ocurre cuando tenemos una relación íntima con él. En este estado de cercanía podemos oler Su fragancia, sentir Su calor, y escuchar el susurro de Dios. La proximidad se da en las relaciones cercanas.  “Acercaos a Dios, y él se acercará a vosotros. Pecadores, limpiad las manos; y vosotros los de doble ánimo, purificad vuestros corazones” (Santiago 4:8). En nuestra lucha contra el pecado y Satanás no estamos solos si nos acercamos a Dios en oración. Dios nos rodeara con su poder  y gracia, para que no haya razón para temer  a Satanás ni a los poderes de las tinieblas. Al estar en la presencia de Dios, él nos llenará con su gracia. Cuando Dios nos llama a acercamos a él, nos está demostrando su amor y su gracia. La iniciativa, le pertenece a él, no a nosotros. Nunca podremos decir que por habernos acercado a Dios, él se vio obligado o tuvo que  acercarse a nosotros. No, Dios siempre actúa primero. La iniciativa para redimir y salvar a los creyentes proviene de Dios.
¿Cómo nos acercamos al Dios santo? Santiago recurre a la terminología del AT y escribe: “Limpiaos las manos, pecadores; purificad vuestros corazones;…” Santiago nos hace recordar las instrucciones de Dios acerca de las abluciones ceremoniales. “Harás también una fuente de bronce, con su base de bronce, para lavar; y la colocarás entre el tabernáculo de reunión y el altar, y pondrás en ella agua. Y de ella se lavarán Aarón y sus hijos las manos y los pies. Cuando entren en el tabernáculo de reunión, se lavarán con agua, para que no mueran; y cuando se acerquen al altar para ministrar, para quemar la ofrenda encendida para Jehová, se lavarán las manos y los pies, para que no mueran. Y lo tendrán por estatuto perpetuo él y su descendencia por sus generaciones” (Éxodo 30:20-21). Aarón y sus hijos debían lavarse las manos y pies en esta fuente, cada vez que entraran para ministrar. Ellos debían lavarse y mantenerse limpios. Esto nos enseña a presentarnos diariamente ante Dios, a renovar nuestra relación con él y nuestra esperanza en la salvación por medio de la sangre de Cristo.
Santiago también nos hace recordar las palabras de David cuando dice: “¿Quién subirá al monte de Jehová? ¿Y quién estará en su lugar santo? El limpio de manos y puro de corazón; el que no ha elevado su alma a cosas vanas, ni jurado con engaño” (Salmos 24:3-4). El carácter de quienes entran a la presencia de Dios es el resultado del nuevo nacimiento, si una persona no nace de nuevo, no puede ver ni entrar en el reino de Dios. Se especifican cuatro rasgos su carácter. Tienen manos limpias; en otras palabras, sus hechos son justos e irreprensibles. Tienen un corazón puro; esto es, sus motivos son sinceros y sus mentes sin corrupción. No participan de ninguna manera de la falsedad de este mundo. Finalmente, se nos dice que ellos no pervierten la justicia testificando acerca de cosas que no son verdad. Sus manos, su corazón, su alma y sus labios son para glorificar a Dios. La verdadera justicia es de Dios; su sentido pleno se conoce en Cristo.
Dios nos está llamando a sentir la acción del Espíritu, y la proximidad de su mismo ser. La acción del Espíritu Santo en los Apóstoles los hizo fuertes, audaces y santos para anunciar el Evangelio con fidelidad a todo el mundo. El hombre debe recorrer la parte del camino que le corresponde recorrer. Cada uno de nosotros debe purificar su alma. Nosotros no nos pertenecemos; nuestros cuerpos, nuestras almas no son nuestras, les pertenecen a Dios. Para ser dirigido por Dios hace falta una mente humilde y abierta a él. Aun cuando estemos seguros de nuestra integridad, debemos pedirle a Dios que nos examines y que nos purifiques cada día  más. El verbo “purificar” se usa para referirse a la fundición de metales. La adversidad nos recuerda que la vida es breve, nos enseña a vivir sabiamente y refina nuestro carácter. El cristianismo y el judaísmo le dan cierto valor al sufrimiento y al dolor. Los griegos y los romanos menospreciaban el dolor, las religiones orientales buscan vivir por encima del mismo, pero los cristianos y los judíos lo ven como fuego que refina. La mayoría estará de acuerdo en que aprendemos más acerca de Dios en los tiempos difíciles que en los momentos de felicidad. El fuego de las pruebas nos purifica para poder habitar en la proximidad de Dios.
Los verbos purgar, depurar y purificar forman una serie intensiva. Sin que haya una separación absoluta entre los tres verbos, el primero significa quitar las impurezas más gruesas y visibles. Las aguas de la ciudad se depuran o purifican. Purificar, con respecto a depurar, sugiere un mayor grado de perfección. En el ejemplo anterior se prefiere decir que las aguas se depuran para quitarle la sedimentación de la tierra que la enturbia. Pero cuando se dice que se purifican se refiere a la destrucción de los gérmenes patógenos que la contaminan.
Seguir a Dios significa tomar decisiones definidas. Dios ha hecho provisión para que entremos en su presencia. Es tiempo de entrar al santuario y adorar a Dios, debemos anhelar estar en su presencia. Si ha sentido el impacto del poder, de la gracia y de la justicia de Dios en tu vida, no debe mantenerte cayado. Tú necesita contarles a otros lo que Dios ha hecho en ti. Si la fidelidad de Dios ha cambiado tu vida, no sea tímido. Actúa con naturalidad y proclama lo que Dios ha hecho por ti. Nuestras vidas dependen de Dios. Los que lo buscan y desean comprenderlo encontrarán una vida que no tiene final. ¡Amén!

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