diciembre 08, 2014

La resistencia positiva

(Mateo 26:41)

“Velad y orad, para que no entréis en tentación; el espíritu a la verdad está dispuesto, pero la carne es débil”. Al ser vencidos por la tentación de repente nos damos cuenta de que lo hemos perdido todo. Nuestra vida se llena de temor y nuestro ser interior se queda completamente desnudo ante la omnisciencia de Dios. Es en ese momento cuando más necesitamos de la gracia y de la misericordia de Dios. De no ser por Su bondad, nos quedaríamos sin las virtudes y valores impartidos por el Señor, los dones del Espíritu Santo quedarían inactivos, y dejaríamos de sentir la presencia de Dios en nosotros. La perdida que sufriríamos sería catastrófica y absoluta.
Cuando cedemos a la tentación, experimentamos una gran desilusión que nos sumerge en un completo desconcierto y desventura. La desilusión es la impresión negativa que experimentamos al comprobar que la realidad no responde a la esperanza o ilusión que nos hemos formados. El hijo prodigo pensó que la vida libertina seria el paraíso y su entera felicidad, mas tarde se dio cuenta que era todo lo contrario. En su miseria dijo: “Ya no soy digno de ser llamado tu hijo; hazme como a uno de tus jornaleros” (Lucas 15:19).
Judas pensó que traicionando a Jesús podría recuperar el dinero que había dejado de percibir durante el tiempo que había estado con Jesús, después se dio cuenta que había cedido a una tentación de Satanás y que lo que había hecho era algo despreciable y aborrecible. El corazón de Judas se llenó de amargura y remordimiento. “Entonces Judas, el que le había entregado, viendo que era condenado, devolvió arrepentido las treinta piezas de plata a los principales sacerdotes y a los ancianos, diciendo: Yo he pecado entregando sangre inocente. Mas ellos dijeron: ¿Qué nos importa a nosotros? ¡Allá tú! Y arrojando las piezas de plata en el templo, salió, y fue y se ahorcó” (Mateo 27:3-5). No se dice exactamente cuando fue que Judas se llenó de remordimiento, pero el texto deja la impresión de que fue inmediatamente después de saber que Jesús había sido sentenciado a muerte.Judas se llenó de remordimiento”. Esto no significa que él había experimentado un cambio básico de corazón y de mente [arrepentimiento]. El sentimiento de culpa que sentía y el temor de lo que podría ocurrirle como resultado de su acción imposibilitaron el arrepentimiento en Judas.
El pesar del traidor era semejante al sentimiento de Caín. “He aquí me echas hoy de la tierra, y de tu presencia me esconderé, y seré errante y extranjero en la tierra; y sucederá que cualquiera que me hallare, me matará” (Génesis 4:14). Una de las historias más tristes de toda la Biblia es cuando Caín mata a Abel, su hermano. Vivimos en una sociedad muy violenta donde ocurren crímenes a cada minuto. Esta es una de las tentaciones más peligrosas. Caín destruyó la vida de su hermano porque no tenía una relación correcta con Dios, ni dejó que Dios ocupara el primer lugar en su vida.
La estrategia fundamental para prevenir las tentaciones es la que sugirió nuestro Señor Jesucristo: “Velad y orad, para que no entréis en tentación;…” “Velad”, significa “estad alerta” o “permaneced vigilantes”. La razón para este cambio es la frase “para que no entréis en tentación”. Una persona puede estar completamente despierta y todavía sucumbir ante la tentación, pero si se mantiene espiritualmente despierta, si su corazón y su mente están “alerta” o “vigilante”, entonces vencerá la tentación. En este tiempo estamos siendo tentados a ser infieles y deshonestos. Jesús experimentó la debilidad de su propia naturaleza humana y, por eso, tenía la necesidad de orar y si él oraba para superar la tentación a causa de la debilidad de su naturaleza humana; nosotros con más razón debemos orar y vigilar. El espíritu es el receptor del favor de Dios y el medio por el cual el hombre adora a Dios, “el espíritu está dispuesto”. Para los discípulos, cargados de sueño, era una batalla entre su “espíritu” que estaba dispuesto, deseoso de hacer lo bueno y de estar “en guardia” ante la tentación, y su “carne” que debido a su debilidad era susceptible de ceder a los deseos de Satanás.
Pedro sucumbió a la tentación, a pesar de haber sido advertido por el Señor: “Dijo también el Señor: Simón, Simón, he aquí Satanás os ha pedido para zarandearos como a trigo; pero yo he rogado por ti, que tu fe no falte; y tú, una vez vuelto, confirma a tus hermanos” (Lucas 22:31-31). Jesús mostraba tener una visión completa de los sucesos que seguían a la realidad del presente. Jesús les dijo a sus discípulos que Satanás quería zarandearlos, tal como lo había hecho con él, durante la tentación en el desierto. Pedro se apresuró a manifestarle su total adhesión y le dijo que si era necesario iría a la cárcel y que aún estaba dispuesto a soportar la muerte con Él. Cuando hizo esta audaz declaración no sabía lo peligroso que era enfrentarse a Satanás sin estar preparado. Gracias a la intersección del Señor, Pedro pudo ser restaurado.
A veces parece que Satanás nos deja en paz y no nos tienta, pero es tan sólo para regresar y asaltarnos en el momento menos pensado. Estoy convencido de que volverá a tentarnos y que la batalla será con mayor intensidad que antes. Es preciso vigilar y estar alerta para no dejarnos sorprender. La resistencia positiva directa es la que se enfrenta con la tentación y la supera. “Bienaventurado el varón que soporta la tentación; porque cuando haya resistido la prueba, recibirá la corona de vida, que Dios ha prometido a los que le aman”. La resistencia positiva indirecta es la que no se enfrenta con la tentación, sino que se aparta de ella, colocando la mente y los pensamientos en otro objeto completamente distinto. A veces la tentación no desaparece en seguida después de haberla rechazado, Satanás vuelve a la carga una y otra vez con incansable tenacidad y persistencia. Pero no hay que desanimarse por ello. Jesús dijo: “como yo he vencido, vosotros también venceréis”. Hay ejemplo de personas que lograron superar la tentación como José, Daniel y sus compañeros porque confiaron en el Señor. “Someteos, pues, a Dios; resistid al diablo, y huirá de vosotros”. ¡Amén!

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