agosto 16, 2011

El espíritu de vértigo

“Jehová mezcló espíritu de vértigo en medio de él; e hicieron errar a Egipto en toda su obra, como tambalea el ebrio en su vómito”. (Isaías 19:14). Egipto era un país muy religioso; el politeísmo era su principal característica. Cada población y ciudad tenía su propia deidad local, que ostentaba el título de “señor de la ciudad”. La religión del antiguo Egipto se basaba principalmente en ceremonias y sortilegios destinados a conseguir ciertos resultados deseados por medio del concurso de uno o más de sus numerosos dioses. Después de un período de silencio, en el que Egipto no aparece en las páginas de las Escrituras, Salomón se casa con una princesa egipcia. “Salomón hizo parentesco con Faraón rey de Egipto, pues tomó la hija de Faraón, y la trajo a la ciudad de David, entre tanto que acababa de edificar su casa, y la casa de Jehová, y los muros de Jerusalén alrededor” (1 Reyes 3:1). Salomón se apresuró a pactar con el faraón egipcio, obteniendo de él el privilegio de llegar a ser su yerno, a pesar de que este tipo de parentesco estaba prohibido. Este hecho, es particularmente lamentable.  Egipto era una nación que se había destacado tradicionalmente por su sabiduría y ciencia, pero sus dirigentes se habían vuelto necios y se encontraban en un estado de gran confusión. Su confusión no procedía de Dios, sino de su resistencia y dureza de corazón. En su inseguridad y vacilación se transformaron en ebrios repulsivos y dignos de lástima. Toda la nación sufría de un estado de alucinación mental producida por este espíritu de las tinieblas. “Y dijo Jehová: De la manera que anduvo mi siervo Isaías desnudo y descalzo tres años, por señal y pronóstico sobre Egipto y sobre Etiopía, así llevará el rey de Asiria a los cautivos de Egipto y los deportados de Etiopía, a jóvenes y a ancianos, desnudos y descalzos, y descubiertas las nalgas para vergüenza de Egipto” (Isaías 20:3-4). Dios le pidió a Isaías que anduviera desnudo; andar desnudo era un símbolo de humillación, privación y vergüenza. El cumplimiento de la orden divina era humillante pero algo muy serio. Dios puede pedirnos que hagamos cosas que no comprendemos, sin embargo, debemos obedecerlo con una fe firme e incuestionable. El pueblo de Dios había hecho un pacto con Egipto de protección, en lugar de volverse a Dios y buscar en él su protección. No ponga tu confianza en el mundo o experimentarás esta misma clase de vergüenza y humillación. Todos los que presenciaban esa escena estaban siendo confrontados. Dios está confrontando a su pueblo, a través de sus siervos y del mensaje de la Palabra para que no perezca. Tu destino no tiene que ser el destino del mundo pero si persiste en poner tu confianza en las cosas del mundo, te aseguro que perecerá. Este mundo está reservado para la destrucción y todo aquel que se hace amigo del mundo es un enemigo de Dios. “No haréis como hacen en la tierra de Egipto, en la cual morasteis; ni haréis como hacen en la tierra de Canaán, a la cual yo os conduzco, ni andaréis en sus estatutos” (Levítico 18:3). Todo aquel que le da la espala a Dios para regresar al mundo será destruido, sino se arrepiente a tiempo como lo hizo el hijo pródigo. “Y tomaré el resto de Judá que volvieron sus rostros para ir a tierra de Egipto para morar allí, y en tierra de Egipto serán todos consumidos; caerán a espada, y serán consumidos de hambre; a espada y de hambre morirán desde el menor hasta el mayor, y serán objeto de execración, de espanto, de maldición y de oprobio”  (Jeremías 44:12). Cuando olvidamos las lecciones del pasado o nos negamos a aprender, corremos el riesgo de repetir las mismas experiencias. Muchos están luchando con este problema. Eran personas fracasadas pero Dios tubo misericordia y los liberó de sus pesadas cadenas (sexo, drogas, alcohol etc.), transformó sus vidas e hizo de ellos una nueva criatura. “Pues castigaré a los que moran en tierra de Egipto como castigué a Jerusalén, con espada, con hambre y con pestilencia”. En Egipto lo que encontrará es la muerte. “Y esto tendréis por señal, dice Jehová, de que en este lugar os castigo, para que sepáis que de cierto permanecerán mis palabras para mal sobre vosotros”. Si esto es lo que usted desea, entonces no tengo más nada que decir. ¡Amén!

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