agosto 06, 2011

La actividad del Espíritu Santo

“Buscad, pues, hermanos, de entre vosotros a siete varones de buen testimonio, llenos del Espíritu Santo y de sabiduría, a quienes encarguemos de este trabajo” (Hechos 6:3). Los líderes debían ser personas honradas y eficientes, aceptables ante sus hermanos. Era importantísimo que en esta primera expansión de la organización eclesiástica, además de los apóstoles, se escogiera a personas aptas. Además de tener buena reputación se esperaba que cada uno estuviera lleno del Espíritu Santo. No sólo debían atender las necesidades de los pobres, sino manifestar prudencia, discreción, capacidad administrativa y sabiduría en su obra. Detrás de la obra apostólica, estaba la actividad ejecutiva del Espíritu. El Espíritu Santo como Administrador de la iglesia y Estratega de la obra misionera, se destaca en todas partes. Está escrito de forma muy evidente; el Espíritu Santo es celoso con Sus prerrogativas y no dejará Su posición y autoridad en la Iglesia en manos humanas. Incluso los hombres cuyos deberes son importantes en los quehaceres de la iglesia, deben ser hombres llenos y controlados por el Espíritu Santo. Cuando un líder o una iglesia cristiana se apartan de ese modelo, se arriesga a ser expulsado de su posición y de su lugar de liderazgo. Si los líderes no están viviendo y caminando por el Espíritu, el Espíritu Santo no puede guiar al cuerpo de Cristo, porque las tareas en la Iglesia no serán controladas por el Espíritu. Cuando el Espíritu Santo ve que han sido seleccionadas personas que nos son espiritualmente idóneas para ocupar puestos de liderazgo, se retira y les permite implementar sus propias políticas de acuerdo a sus propios estándares, pero sin Su ayuda. La iglesia en Jerusalén era sensible a la predicación de los apóstoles y de los siete diáconos seleccionados con los requisitos necesarios para ser líderes en la Iglesia. Como resultado de la actividad del Espíritu, la iglesia fue bendecida. Esteban llegó a ser el primer mártir y su muerte jugó un rol importante en la conversión de Saulo. Felipe llegó a ser el primer evangelista laico y fue usado por el Espíritu para guiar a Samaria a un gran reavivamiento. Cuándo las Iglesias tienen líderes carnales el resultado es el fracaso ¿Por qué no somos más efectivos en el día de hoy? ¿Por qué no seguimos los principios y mandatos del Nuevo Testamento? Adoramos a Dios sólo por lo que podemos obtener de ello. Estamos tratando de usar a Dios en lugar de ser usados por Dios. La ironía de esto, es que esto no es adorar a Dios, ni nos conduce a un amor genuino por Él. Este tipo de adoración, es adoración y amor por sí mismo. Cuando la gente ama y adora a Dios verdaderamente, se origina amor por el prójimo; amor por alcanzar el mundo que nos rodea. ¿Por qué todavía existe esta situación? Con todo lo que la Biblia dice sobre el ministerio del Espíritu en la capacitación del creyente, sobre Su poder y sobre la necesidad de conocer Su Palabra. La esencia del evangelio es un énfasis y un compromiso renovados por el estudio de la Palabra y en forma particular, por las enseñanzas doctrinales. Por lo tanto, si las iglesias desean producir líderes maduros que tengan las marcas de la madurez, deben volver a enseñar. Los cristianos comprenden y viven de acuerdo a las verdades básicas de una vida controlada por el Espíritu. Lamentablemente, en el día de hoy muchos están siendo estimulados y manipulados para hacer buenas obras y cambiar sus vidas, sin la presencia del Espíritu. Lamentablemente muchos no comprenden cómo vivir la vida cristiana en el poder del Espíritu, y bajo la luz de la Palabra. Timoteo era un hombre de buen testimonio. “Después llegó a Derbe y a Listra; y he aquí, había allí cierto discípulo llamado Timoteo, hijo de una mujer judía creyente, pero de padre griego; y daban buen testimonio de él los hermanos que estaban en Listra y en Iconio” (Hechos 16:1-2). Ananías el discípulos que oro por Pablo para que recibiera la vista era también un hombre de buen testimonio. “Entonces uno llamado Ananías, varón piadoso según la ley, que tenía buen testimonio de todos los judíos que allí moraban, vino a mí, y acercándose, me dijo: Hermano Saulo, recibe la vista. Y yo en aquella misma hora recobré la vista y lo miré” (Hechos 22:12-13). ¡Amén!

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