agosto 26, 2014

Creciendo en Santificación

(Tito 3:5)

¿Cómo crece usted en la madurez cristiana? ¿Cuáles son las bendiciones del crecimiento cristiano? En el curso ordinario de la vida cristiana crecer implica una continua santificación, y es algo en lo que el Nuevo Testamento nos anima para que prestemos atención y nos esforcemos en conseguirlo. La santificación tiene un comienzo definido; y es en ese comienzo que tiene lugar un cambio moral en nuestra vida, es decir, la santificación la comenzamos a experimentar cuando somos regenerados. Habiendo nacido de nuevo no podemos continuar pecando; nuestros hábitos y estilos de vidas cambian, porque el poder de la nueva vida espiritual está dentro de nosotros y nos guarda para que no cedamos al pecado. Ese cambio moral inicial es la primera etapa en la santificación. Es un cambio moral que trae una nueva realidad a través de la regeneración. Cuando lo vemos desde ese punto de vista, lo vemos también como la primera etapa de la santificación. Pablo se refiere a los cristianos como los que tienen “herencia entre todos los santificados”.' Este paso inicial en la santificación involucra un rompimiento definido con el poder dominante del pecado, de manera que el creyente ya no está más controlado o dominado por el pecado. Pablo dice: “De la misma manera, también ustedes considérense muertos al pecado, pero vivos para Dios en Cristo Jesús... Así el pecado no tendrá dominio sobre ustedes, porque ya no están bajo la ley sino bajo la gracia” (Romanos 6:11, 14). En este contexto, estar muerto al pecado o ser liberado del pecado involucra “poder espiritual” para vencer las acciones o pautas del comportamiento pecaminoso en nuestra vida. Romper con el pecado, involucra una reorientación de nuestros deseos de manera que ya no tenemos una inclinación dominante hacia el pecado. Pablo sabe que sus lectores fueron antiguos esclavos del pecado (como lo son todos los incrédulos), ahora dice que ellos ya no son esclavos.
La santificación va aumentando a lo largo de la vida. Aunque se habla de un comienzo definido de la santificación, también se ve como un proceso que continúa a lo largo de nuestra vida cristiana. Todos los autores del NT tenían la expectativa de que nuestra santificación aumentara a lo largo de nuestra vida cristiana. Puesto que la santificación es sobre todo una obra de Dios, es apropiado que Pablo orara diciendo: “…, el Dios de paz, los santifique por completo” (1 Tesalonicenses 5:23). Una de las funciones específicas de Dios el Padre en la santificación es disciplinar a sus hijos (Hebreos 2:5-11). Pablo les dice a los filipenses: “Pues Dios es quien produce en ustedes tanto el querer como el hacer para que se cumpla su buena voluntad”. El autor de la carta a los hebreos nos dice: “El Dios de paz... los capacite en todo lo bueno para hacer su voluntad. Y que, por medio de Jesucristo, Dios cumpla en nosotros lo que le agrada…” (Hebreos 13:20-21).
La parte que nosotros cumplimos en la santificación es tanto pasiva, como activa en la cual nos esforzamos por obedecer a Dios y dar los pasos necesarios que van a incrementar nuestra santificación. Lo que podemos llamar el papel “pasivo” que nosotros tenemos en la santificación lo vemos en los textos que nos animan a confiar en Dios y a orar pidiéndole que nos santifique. Pablo se da cuenta que dependemos de la obra del Espíritu Santo para crecer en santificación, porque él dice: “Si por medio del Espíritu dan muerte a los malos hábitos del cuerpo, vivirán” (Romanos 8:13). Reconoce aquí que es por “medio del Espíritu” que somos capaces de hacerlo. ¡Pero también nos dice que nosotros debemos hacerlo! ¡No le manda al Espíritu Santo que dé muerte a los malos hábitos del cuerpo, sino al cristiano! Del mismo modo, Pablo les dice a los filipenses: “Así que, mis queridos hermanos, como han obedecido siempre… lleven a cabo su salvación con temor y temblor, pues Dios es quien produce en ustedes tanto el querer como el hacer para que se cumpla su buena voluntad” (Filipenses 2:12-13). Tenemos que apartamos “de la inmoralidad sexual” porque “la voluntad de Dios es que seamos santificados” (1 Tesalonicenses 4:3). Juan dice que los que tienen la esperanza de ser semejantes a Cristo cuando él aparezca trabajarán activamente en la purificación de su vida: “Todo el que tiene esta esperanza en Cristo, se purifica así mismo, así como él es puro” (1 Juan 3:3).
Pablo les dice a los corintios que “huyan de la inmoralidad sexual” (1 Corintios 6:18), y no se unan “en yugo con los infieles” (2 Corintios 6:14). Luego les dice: “purifiquémonos de todo lo que contamina el cuerpo y el espíritu, para completar en el temor de Dios la obra de nuestra santificación” (2 Corintios 7: 1). Esta clase de lucha por la obediencia y por la santidad puede exigir un gran esfuerzo de nuestra parte, porque Pedro les dice a sus lectores que se “esfuercen” por crecer en las características que son conforme a la piedad (2 Pedro 1:5).  Es importante que continuemos creciendo tanto en la confianza pasiva en Dios para nuestra santificación y en nuestro esfuerzo activo por la santidad y una mayor obediencia en nuestra vida. Si descuidamos el esfuerzo activo que realizamos para obedecer a Dios, nos hacemos cristianos pasivos y perezosos. Si descuidamos el papel pasivo de confiar en Dios y entregarnos a él, nos hacemos orgullosos y excesivamente confiados en nosotros mismos. Debemos mantener la fe y la diligencia en obedecer al mismo tiempo.
La santificación es por lo general un proceso corporativo en el NT. Es algo que sucede en comunidad. Se nos exhorta: “Preocupémonos los unos por los otros, a fin de estimulamos al amor y a las buenas obras. No dejemos de congregamos, como acostumbran hacerlo algunos, sino animémonos unos a otros, y con mayor razón ahora que vemos que aquel día se acerca” (Hebreos 10:24-25). ¡Amén!

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