agosto 16, 2014

Nuestras posibilidades espirituales

(2ª Pedro 1:5-9)

“Vosotros también, poniendo toda diligencia por esto mismo, añadid a vuestra fe virtud; a la virtud, conocimiento; al conocimiento, dominio propio; al dominio propio, paciencia; a la paciencia, piedad; a la piedad, afecto fraternal; y al afecto fraternal, amor. Porque si estas cosas están en vosotros, y abundan, no os dejarán estar ociosos ni sin fruto en cuanto al conocimiento de nuestro Señor Jesucristo. Pero el que no tiene estas cosas tiene la vista muy corta; es ciego, habiendo olvidado la purificación de sus antiguos pecados”. Una persona que no crece en estas virtudes puede recaer en sus antiguos pecados. Pero si compartimos la vida de Dios, seremos más productivos y buscaremos siempre desarrollar un carácter cada vez más delicado y semejante al carácter de Cristo. La conexión entre la vida cristiana práctica y el desarrollo del conocimiento es vital para nuestra perseverancia en la fe. La perseverancia es la capacidad de aferrarse a la meta que tenemos a pesar de la oposición, persecución y circunstancias adversas. No debemos ser ciegos a las gloriosas posibilidades de desarrollo espiritual que existen en Cristo y que tenemos a nuestra disposición. Demostremos la realidad de nuestra propia posición delante de Dios. De este modo seremos guardados del fracaso en esta vida y recibidos con entusiasmo en el reino de Dios.
El creyente da evidencias de su salvación creciendo en las virtudes morales identificadas por Pedro en estos versículos. Una persona que no crece en estas virtudes puede recaer en sus antiguos pecados. Pedro no nos sugiere que la salvación es por las obras, pero nos exhorta a vivir de tal manera que nuestra elección se revele como algo absolutamente seguro. Pedro nos dice que podemos participar de la naturaleza divina, la cual se eleva por encima del espíritu corrupto y divisivo del mundo. La fe tiene que ser algo más que creer en hechos ciertos; debe traducirse en acción, en el desarrollo de un carácter cristiano y en la práctica de una disciplina moral, o simplemente desaparecerá. Pedro hace una lista de varios actos de fe: aprender a conocer mejor a Dios, cultivar la paciencia, hacer la voluntad de Dios, amar a los demás. Esos actos no se producen automáticamente; requieren de un arduo trabajo. No son opcionales; deben de ser parte constante de la vida cristiana. No terminamos con uno para luego empezar con el otro sino que debemos ocupamos de todos juntos, al mismo tiempo. Dios nos capacita y autoriza, pero también nos da la responsabilidad de aprender y crecer. No debemos sorprendernos ni resentirnos por este proceso.
La Biblia está escrita para los pecadores, para aquellos que debido a su estado de muerte espiritual tienen su mente y comprensión oscurecida, están alienados [enajenados] de la vida de Dios, condición que conduce naturalmente a la práctica de toda clase de comportamiento malvado.  Los primeros cristianos habían sido idólatras y adoradores de demonios, adúlteros, mentirosos y ladrones.
Tenemos la necesidad de vivir una vida caracterizada por la excelencia moral: Debido a que la humanidad es nacida en pecado y su tendencia natural está dirigida hacia la degeneración moral y a toda obra maligna y no hacia la excelencia moral o la virtud.  En términos simples, la ausencia de virtud conduce a la decadencia y a la destrucción de la sociedad.  Desde el asesinato de Abel, la historia está cargada de ilustraciones no sólo de tiranos asesinos como Hitler, sino de personas con una conducta traicionera, adúltera y mentirosa en nuestras propias naciones. La verdad plena, es que cuando las naciones se alejan de la verdad moral y de los absolutos de la Biblia, adoptan el tipo de conductas de las que habla Isaías (Isaías 5:3-23). Dios esperaba que Israel y Judá fuesen un pueblo obediente, santo y dispuesto a dar testimonio de su fe. En vez de eso, la gente produjo frutos de engaño, injusticia e idolatría, en lugar de dar testimonio a las naciones vecinas; y ello a pesar del amor y las bendiciones recibidas de parte de Dios.
En estos versículos, el profeta declara una serie de maldiciones (versículos 8-23) sobre la casa degenerada de Judá.  Cada maldición describe la naturaleza del pecado de Judá como la base del juicio divino.  La lista se parece a los titulares de los periódicos de hoy y nos enseña que la falta de virtud moral en la vida privada de una persona, siempre conlleva consecuencias públicas. Isaías describe la forma patética cómo Judá alteró los preceptos morales de lo que era bueno y lo que era malo en su búsqueda de un modo de vida centrado en sí misma, a expensas de otros. Por supuesto, que el efecto fue una ruptura moral que llevó a la injusticia, a condiciones extremas y crímenes espantosos. Esta condición se veía desde los líderes hasta el hombre común.  Tocó a toda la sociedad de Judá como en nuestros días.
Somos llamados a hacer una distinción de la voluntad moral de Dios, que por supuesto, debe tocar cada una de las áreas de la vida cristiana.  Pero es importante reconocer que por excelencia moral, no estamos simplemente hablando acerca de una lista de tabúes o sobre pecados tales como el adulterio, fornicación, ebriedad, mentira, murmuración, robo y engaño.  La excelencia moral significa la búsqueda  de la voluntad moral de Dios en cada una de las áreas de la vida.  Esto incluye valores, actitudes, prioridades, metas o propósitos, devoción y un carácter a la semejanza de Cristo en el hogar, en la oficina, en la iglesia y también en los lugares de esparcimiento.  La virtud moral es algo que debe caracterizar al cristiano en cualquier parte y en todo lo que hace.
Pedro dice: Primero, con el énfasis que pone en “el conocimiento de Dios” y en “Sus preciosas promesas”, la Palabra claramente llega a ser la fundación y el instrumento para la protección de las cualidades de un carácter semejante al de Cristo. Segundo, Pedro nos llama a hacer todo el esfuerzo posible para el desarrollo de estas cualidades. Tercero, esto va seguido por una sección que podríamos definir como motivación y como realización fructífera o productiva, la realización de nuestra salvación en una vida con frutos y recompensas eternas. Esto es muy importante porque, como el resto del libro lo deja muy claro, estamos viviendo días de intensa apostasía, lo que significa apatía, centrarse en sí mismo, enseñanzas falsas y errores doctrinales y morales.  La falsa doctrina y las opiniones humanas, conducen siempre a la corrupción moral y no a la excelencia moral.  Esto versículos conforman dos secciones: (a) recordar —necesidad de recordar lo que se les ha enseñado como protección en contra del olvido y (b) justificación —la defensa de este énfasis a través del hecho y de la naturaleza de la inspiración. ¡Amén!

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