agosto 22, 2014

La actitud de Caín

(Génesis 4:9-12)

“Y Jehová dijo a Caín: ¿Dónde está Abel tu hermano? Y él respondió: No sé. ¿Soy yo acaso guarda de mi hermano? Y él le dijo: ¿Qué has hecho? La voz de la sangre de tu hermano clama a mí desde la tierra. Ahora, pues, maldito seas tú de la tierra, que abrió su boca para recibir de tu mano la sangre de tu hermano. Cuando labres la tierra, no te volverá a dar su fuerza; errante y extranjero serás en la tierra”. Una de las historias más tristes de toda la Biblia es cuando Caín mata a Abel, su hermano. Caín no tenía una relación correcta con Dios. El Señor no ocupaba el primer lugar en su vida. Él no aceptó la advertencia de Dios, en vez de oír a Dios, se dejó dominar por el pecado. Caín no tenía una relación correcta con su hermano, se molestó [se llenó de celos] por los logros de su hermano, alimentó su resentimiento contra su hermano y no le dio ningún valor a la vida de su hermano. Caín planeó cuidadosamente la muerte de su hermano.
La violencia es el tipo de interacción humana que se manifiesta en aquellas conductas o situaciones que, de forma deliberada, aprendida o imitada,  provocan o amenazan con hacer daño o sometimiento grave (físico, sexual, verbal o psicológico) a un individuo o a una colectividad; o los afecta de tal manera que limita sus potencialidades presentes o las futuras. Vivimos en una sociedad muy violenta donde ocurren crímenes horrendos. Solo a través de Jesucristo podemos tener una relación correcta con Dios y con nuestros hermanos para no ser los causantes de la destrucción o de la muerte de una vida.
Fuera del jardín, el hombre tiene la responsabilidad de expresar su lealtad, gratitud y dependencia de Dios en la adoración. Las ofrendas y sacrificios son, en esta ocasión, el instrumento para exteriorizar la adoración. Caín y Abel personal y voluntariamente adoran a Dios con el producto propio de su trabajo. Como la adoración consiste en la ofrenda o sacrificio más la actitud del corazón, Dios se agrada de la ofrenda de Abel, pero no de la de Caín. Al responder a la adoración Dios tiene en cuenta la actitud y la vida completa del adorador. Caín usa su ofrenda para competir con su hermano y para tratar de manipular a Dios y ante el rechazo se enoja grandemente y lo expresa visiblemente. Caín reaccionó violentamente al darse cuenta que Dios ni siquiera había mirado la ofrenda que él le había presentado.
El enojo es un sentimiento completamente negativo en la vida del ser humano. La calidad de nuestras relaciones depende mucho del manejo que le demos a este sentimiento y a todas sus expresiones progresivas. Debemos tener en cuenta que Dios prohíbe cualquier clase de violencia y ultraje en contra del prójimo. El hombre ha sido creado a imagen y semejanza de Dios. El Señor valora la vida humana; no se puede cometer un acto de violencia contra una persona, sin cometerlo también contra Dios. La violencia verbal, psicológica o física es un irrespeto y un ultraje a Dios, a cuya imagen ha sido creado el hombre.
Con toda premeditación, ventaja y violencia, Caín dio muerte a su hermano Abel. Interrogado por Dios sobre su pecado, Caín mintió y no acepto el juicio de Dios, sino que protestó con vehemencia. Las personas violentas a menudo se consideran como la víctima. La actitud de Caín es la de una persona inocente, que no ha hecho absolutamente nada. Caín no sabe arrepentirse ni pedir perdón, pero le preocupa que alguien desee matarlo.
Vivimos en un mundo violento, lleno de personas sanguinarias y abusadoras. Una de las cosas que nuestro Señor Jesucristo condena con más énfasis es precisamente la violencia.Oísteis que fue dicho a los antiguos: No matarás; y cualquiera que matare será culpable de juicio. Pero yo os digo que cualquiera que se enoje contra su hermano, será culpable de juicio; y cualquiera que diga: Necio, a su hermano, será culpable ante el concilio; y cualquiera que le diga: Fatuo, quedará expuesto al infierno de fuego” (Mateo 5:21-22).
No solo es culpable el hombre que comete un asesinato; también el que se enoja con su hermano sin motivo será juzgado y no solo juzgado, sino que será hallado culpable delante de Dios. Para el mundo, una persona es una buena persona si no hace lo que está prohibido porque al mundo no le concierne juzgar los pensamientos ni las intenciones del corazón. Pero este no es el nivel al que hemos sido llamados por Dios. Hay una parte de nosotros que es atraída al bien, y otra parte de nosotros que es atraída al mal. Mientras las cosas son así, se está librando una batalla en nuestro interior.
Para Platón, existía siempre un conflicto en la vida, entre las exigencias de las pasiones y las exigencias de la razón. La razón es la rienda que mantiene sujeta (bajo control) a las pasiones. Pero el hombre puede bajar la guardia un instante, ¿y qué sucederá entonces? Mientras exista esta tensión interior, este conflicto interior, la vida es insegura. En el nivel del Espíritu el deseo debe ser eliminado. En este nivel espiritual, sólo Dios puede juzgarnos. Nosotros no vemos nada más que las acciones exteriores de una persona; sólo Dios ve los secretos del corazón. “En la ira del hombre no obra la justicia de Dios”. La ira se manifiesta a través de palabras insultantes.
Las Escrituras prohíben llamar a las personas “raca”, esto es, idiota, sin sentido, tonto, imbécil, cabeza-hueca etc. El desprecio es contrario al espíritu de Cristo. El desprecio puede surgir de la casta, cursilería, posición, dinero, conocimiento etc. No deberíamos nunca mirar con desprecio a una persona que ha sido creada a imagen y semejanza de Dios pero además es una persona por la que Cristo murió. “Pero ahora dejad también vosotros todas estas cosas: ira, enojo, malicia, blasfemia, palabras deshonestas de vuestra boca” (Colosenses 3:8). Jesús prohíbe llamar a nuestros hermanos “moros”. “Moros” quiere decir tonto, necio moral etc. Es el hombre que se hace el tonto. El salmista habla del necio que ha dicho en su corazón “no hay Dios” (Salmo 14:1). ¡Amén!

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