agosto 30, 2014

La Iglesia: Su Propósito y Comisión

(Mateo 28:16-20)

En la era actual Dios está dando a conocer su sabiduría y manifestando su gracia ante las huestes angélicas por medio de la iglesia (Efesios 3:10). Lo que los principados y potestades ven reflejado en la iglesia es “la iridiscente sabiduría” de Dios. La iglesia no existe para sí misma. Existe para Dios, para su gloria. Cuando los ángeles en los cielos observan las obras y la sabiduría de Dios desplegada en la iglesia, aumentan su conocimiento acerca de Dios a quien adoran regocijándose en él y glorificándole. En cada fase de la redención (como de la creación) el esplendor de la sabiduría de Dios se revela de una forma extraordinaria. No existe ni una sola obra de Dios, ya sea en la creación o, como aquí en la redención, en donde la sabiduría no se manifieste. Se ve en la iglesia cuando se esfuerza ardientemente en vivir para la gloria de Dios. Se ve en cada creyente individual, que ha salido de las tinieblas a la luz de Cristo. Recibimos de sus destellos cuando estudiamos las Escrituras o cuando reflejamos la providencia de Dios en nuestras propias vidas.
En el cielo, la iglesia será por toda la eternidad la ilustración de lo que la gracia de Dios puede hacer (Efesios 2:7). La nueva vida que ahora ha comenzado durará por siempre, de modo que la manifestación de la gracia de Dios, la veremos destacarse y extenderse por toda la eternidad. Cristo, como cabeza de la iglesia, dirige a cada creyente por los senderos de la voluntad de Dios; pero lo dirige siempre en armonía con el plan de Dios. Todo está en armonía con el propósito general de Dios para la iglesia en los tiempos actuales. En la iglesia como cuerpo de Cristo, Dios está cumpliendo el propósito divino, propósito que se está desarrollando exactamente como ha sido profetizado. La tarea de evangelizar es enlistar hombres bajo la bandera de Cristo. Somos llamados a inculcar los preceptos de Cristo como diseño. Este diseño es la forma correcta de vida para los seguidores de Cristo.
El propósito actual de Dios en esta era no es la conversión del mundo, sino un  llamado a creer en Cristo, y a salir del mundo para formar el cuerpo de Cristo que es la iglesia.  Es cierto que el mundo se convertirá y que habrá un reino de justicia en la tierra; pero, según la Biblia, esto no es el resultado de la predicación del evangelio en la era actual, sino el resultado de la segunda venida de Cristo. Es después del regreso del Señor y de la toma de posesión de Su reino, que las naciones serán juzgadas, los que califiquen para ser súbditos del reino se  le dirá venir bendito de mi Padre a heredar el reino, lo que no califiquen serán echados a las tinieblas. El propósito supremo de Dios para esta era es la reunión de los hijos del reino, no la conversión de los súbditos del reino. De igual modo, el misterio de iniquidad, el mal, seguirá obrando durante la era actual, hasta que el que lo detiene, “el Espíritu de Dios”, sea quitado de en medio (2 Tesalonicenses 2:7). Como el Espíritu sé irá cuando haya completado el cuerpo de los redimidos, e decir la iglesia, el propósito inmediato de Dios no es la corrección del mal en el mundo, sino un llamamiento a todo aquel crea.
Cristo profetizó que Él edificaría su iglesia (Mateo16:18), y el apóstol Pablo comparó la iglesia con una estructura de piedras vivas que crece para formar un templo vivo en el Señor. Los creyentes son edificados para ser morada de Dios en el Espíritu (Efesios 2:21-22). El ministerio de los creyentes de ir a todo el mundo a ganar almas para edificar el cuerpo de Cristo no es para siempre, sino "hasta que todos lleguemos a la unidad de la fe y del conocimiento del Hijo de Dios a un varón perfecto, a la medida de la estatura de la plenitud de Cristo" (Efesios 4:13). “La plenitud de Cristo” no se refiere a hombres semejantes a Cristo, sino al desarrollo del cuerpo de Cristo, hasta la completa formación de la Iglesia (Efesios 1:22-23). Los creyentes como las células vivas del cuerpo humano, están en una actividad incesante para ganar almas y, edificar así el cuerpo de Cristo.
Aunque la predicación del evangelio se relaciona con la vida y con la muerte (2 Corintios 2:16), los hijos de Dios son llamados para instar a los hombres a tiempo y fuera de tiempo, afín de que busquen a Dios. El creyente ha sido designado para ir por todo el mundo a predicar el evangelio a toda criatura (Marcos 16:15), sabiendo que la fe viene por el oír y el oír por la Palabra de Dios (Romanos 10:17). También se afirma en 2 Corintios 5:19 que Dios, que estaba en Cristo reconciliando consigo al mundo, nos ha entregado la palabra de la reconciliación. “Así que somos embajadores en nombre de Cristo, como si Dios rogase por medio de nosotros; os rogamos en nombre de Cristo: Reconciliaos con Dios” (2 Corintios 5:20). Indudablemente el Espíritu Santo usa muchos medios en la difusión del evangelio. Aunque no todos los cristianos estén igualmente dotados para predicar directamente el evangelio, cada cristiano tiene parte en la responsabilidad de hacer que el evangelio sea predicado a toda criatura. ¡Amén!

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