agosto 11, 2014

Un destino espiritual


(Deuteronomio 11:7)

“Mas vuestros ojos han visto todas las grandes obras que Jehová ha hecho”. Lo que nuestros ojos han visto en la presencia divina, especialmente nuestras primeras experiencias, deberían afectarnos, y hacernos cada vez mejores cristianos en la medida en que pasa el tiempo. Dios nos bendecirá con abundancia si nosotros lo amamos y le servimos. Pero cuando existe un letargo en el pueblo de Dios el cumplimiento de las promesas de Dios se detiene y el trabajo de los siervos de Dios se hace difícil e insoportable. Es difícil trabajar donde no hay nada de la presencia de Dios cuando existen condiciones así, es necesario que se habrán los cielos. 1.- Necesitamos que nuestros corazones sean llenos de la palabra de Dios. Sin las Escrituras no hay buenas costumbres, ni buenos pensamientos, ni buenos afectos, ni buenos principios en el corazón. 2. – Nuestros ojos deben fijarse siempre en la palabra de Dios para que sea ellas la que iluminen nuestros caminos. 3.- Nuestra lengua debe ser usada por la palabra de Dios. Si obedecemos el llamado de Dios al arrepentimiento, a la fe en Cristo y a una renovación del corazón y de vida: seremos bendecidos. Recibamos con gratitud las buenas noticias; y no endurezcamos nuestro corazón y escuchemos la voz de Dios.
“¡Oh, sí rompieses los cielos, y descendieras, y a tu presencia se escurriesen los montes, como fuego abrasador de fundiciones, fuego que hace hervir las aguas, para que hicieras notorio tu nombre a tus enemigos, y las naciones temblasen a tu presencia!” (Isaías 64:1-2). La felicidad del pueblo de Dios está unida a lo que Dios ha destinado para nosotros. Nuestro destino es espiritual y no puede ser comprendido por la inteligencia humana. Es tiempo de aferrarse por la fe a las promesas que el Señor nos ha hecho. Es el momento de aferrarse de Él, y de orar  fervientemente para que Dios cuide de nosotros y no se aparte de nuestras vidas. Se puede demorar la respuesta a nuestras oraciones por un poco de tiempo, pero al final, Dios responderá a los que invocaron su nombre y esperan en Su misericordia.
Necesitamos que Dios haga a favor nuestro las mismas cosas que hizo a favor de la iglesia primitiva. No podemos oír con el oído físico, sólo con el auxilio del Espíritu Santo podemos “percibir” con el “corazón” el sentido espiritual de los actos de Dios. Cuando hay presencia de Dios, el Espíritu Santo nos revela no solo los poderosos hechos del pasado realizados por Dios sino también las maravillas del presente; cosas que ningún ojo vio ni oído oyó jamás. Estas cosas estaban totalmente ocultas de la sagacidad humana cuando los profetas las predijeron y no fueron comprendidas por ellos ni creídas por la nación de Israel. Es después de la venida del Mesías que podemos entenderla por la enseñanza interior del Espíritu.
 “Y nosotros no hemos recibido el espíritu del mundo, sino el Espíritu que proviene de Dios, para que sepamos lo que Dios nos ha concedido,  lo cual también hablamos, no con palabras enseñadas por sabiduría humana, sino con las que enseña el Espíritu, acomodando lo espiritual a lo espiritual (1 Corintios 2:12-13). En las múltiples crisis de la vida, a veces alzamos nuestros ojos a Dios y anhelamos su presencia. Buscamos así una respuesta o una solución. La presencia de Dios en nuestras vidas nos garantiza que él responderá a nuestras necesidades. Su presencia es de gran bendición para cada uno de nosotros. Dios no se esconde de nosotros, él siempre está disponible para escuchar nuestras plegarias. Los que creemos en el Mesías y en las Escrituras podemos creer en Dios. El está al lado de los que lo buscan y promete darle grandes bendiciones a cada uno de sus hijos. Podemos regocijarnos al saber que Dios nos ama, nos escucha y nos socorre. Dios no permanecerá airado para siempre; los cielos se romperán y su Espíritu descenderá con poder y gran gloria sobre el verdadero pueblo de Dios. “Nadie hay que invoque tu nombre, que se despierte para apoyarse en ti; por lo cual escondiste de nosotros tu rostro, y nos dejaste marchitar en poder de nuestras maldades” (Isaías 64:7).
Si entendiéramos la intervención de Dios como una expresión de su misericordia, de su bondad, de su compasión y de su gran amor; comprenderíamos la necesidad que tenemos de buscar a Dios.  Apelemos con fe y confianza al carácter paternal de Dios. Podemos captar el mensaje espiritual, reconociendo la venida del Mesías a nuestros corazones tanto en el momento de nuestra conversión como en muchas de nuestras experiencias espirituales. Jesús vino y cumplió su misión en la tierra y nos dejó con la responsabilidad de llevar su mensaje a todos los que no han tenido la oportunidad de escuchar y aceptarlo. Esto es un desafío que nos mantendrá ocupados hasta que él venga por segunda vez. Ningún poder del infierno ni terrenal puede impedir el mover del Espíritu Santo. Satanás ha descendido en estos últimos días con gran ira pero ni Satanás ni los demonios ni ningún poder terrenal pueden asaltar a la iglesia si el Espíritu Santo está en ella. ¡Que se habrán los cielos! ¡Amén!

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